miércoles, 27 de abril de 2016

La Gran Barrera Arrecifal, ¿al borde del colapso?

Entre los varios focos rojos encendidos por el cambio climático global, uno de los que provoca mayor preocupación es la salud de los corales en los mares tropicales de todo el planeta.

El deterioro en algunas zonas de la Gran Barrera es alarmante
   En ese sentido, la semana pasada se dio a conocer un estudio encabezado por Terry Huges del Centro ARC de Excelencia para Estudios de Arrecifes de Coral en la Gran Barrera Arrecifal Australiana, el cual mostró que 93% de este ecosistema ha sido devastado por el fenómeno conocido como blanqueamiento del coral, en lo que ya se considera el peor evento de este tipo del que se tenga registro. Vale mencionar que la Gran Barrera es el arrecife más grande del mundo y está catalogado como Patrimonio Natural de la Humanidad por la UNESCO.

   El fenómeno del blanqueamiento ocurre debido a las altas temperaturas oceánicas ocasionadas por el calentamiento global, conjugadas con un fenómeno de El Niño especialmente fuerte, del que ya hemos hablado en Primer Movimiento.

   Mediante observaciones aéreas y de inmersión, los científicos del Centro ARC encontraron que hasta 80% de la zona Norte y 30% de la zona Centro de la Gran Barrera se encuentran blanqueadas, y compararon la gravedad de la situación con el paso de 10 huracanes por la zona.

   Los resultados son tan alarmantes que llevaron a Huges a comentar en su cuenta de twitter que, luego de revisar los resultados con sus estudiantes, el grupo académico rompió en llanto.

   Pero ¿por qué nos debe importar la suerte de estos ecosistemas?

   Los corales son animales del orden Cnidaria que tienen una relación simbiótica con un grupo de algas unicelulares llamadas zooxantelas, las cuales proporcionan la mayor parte de los nutrientes a través de la fotosíntesis, y ambas viven en extensas agrupaciones que constituyen una especie de selva oceánica.

   El incremento de las temperaturas marinas, así como el fenómeno de acidificación de los océanos, causado también por el exceso de bióxido de carbono en la atmósfera, provoca que las algas mueran. Si las condiciones negativas se mantienen mucho tiempo, los corales también perecen.

   Los arrecifes se cuentan entre los ecosistemas más biodiversos y productivos del planeta, pueden albergar centenas de especies de corales y algas y miles de especies de peces, y se consideran un banco de germoplasma que podría aportar descubrimientos farmacéuticos y biotecnológicos, además sirven como barrera contra los huracanes y son, junto con los manglares, sistemas vitales para las pesquerías.

   De hecho la Gran Barrera Arrecifal aporta $4 mil millones de dólares anuales a la economía australiana tan sólo por las actividades turísticas, además de mantener 70 mil puestos de trabajo, de acuerdo con la Autoridad de ese Parque Natural.

   El Dr. Ove Hoegh-Guldberg, de la Universidad de Queensland en Australia, señala que si bien es cierto que algunas especies de coral resisten mejor que otras frente al estrés provocado por temperaturas del mar más cálidas de lo normal, la magnitud de estas diferencias es sólo de uno o dos grados Celsius.

   Si recordamos, como hemos comentado en primer movimiento, es que incluso las proyecciones moderadas de cambio climático, calculan una elevación de las temperaturas superior a 2 ó 3 grados, lo que representaría un impacto muy severo para los arrecifes. Si a esto le sumamos que esto está ocurriendo en un intervalo muy corto de tiempo, de apenas una o dos décadas, el reto para las capacidades de adaptación de estos ecosistemas es enorme.

   El Dr. Ove propone cuatro acciones urgentes para salvar a la Gran Barrera y a otros arrecifes en el mundo:
  1. Mitigación, es decir, hacer realidad los acuerdos de París firmados el pasado día de la Tierra, e impedir que las temperaturas globales se eleven por encima de 1.5, máximo 2 grados, adoptando una vía de desarrollo que baje a cero las emisiones de Gases de Efecto Invernadero en las próximas décadas.
     
  2. Invertir en serio en energías renovables y dejar al menos el 80% de los combustibles fósiles debajo de la Tierra.
     
  3. Fortalecer a los ecosistemas combatiendo otras amenazas, como la sobrepesca y la contaminación de los ríos que desembocan en el mar, para mejorar la resiliencia de los arrecifes.
     
  4. Fortalecer las acciones locales que construyan sustentabilidad.

   Y cita a Sir David Attenborough en su llamado para salvar a la Gran Barrera Arrecifal: "¿Realmente nos importa tan poco la tierra sobre la cual vivimos, que no deseamos proteger una de sus más grandes maravillas de las consecuencias de nuestro comportamiento?"

   Esperemos que la respuesta sea que sí, sí nos importa, y estemos a tiempo de actuar.

Editorial del Programa Universitario de Estrategias para la Sustentabilidad en el noticiario Primer Movimiento de Radio UNAM, emisión del martes 26 de abril de 2016.
Mireya Imaz, Marjory González. 2016, PUES-UNAM. México.
(Se autoriza la reproducción citando la fuente).


jueves, 21 de abril de 2016

Reporte ONU sobre Empresas y Costos ambientales


Hoy vamos a comentar un reporte elaborado por la consultora Trucost y financiado por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA por sus siglas en inglés) denominado Capital natural en riesgo: el Top 100 de las externalidades de los negocios, el cual encontró que, en pocas palabras, si las grandes empresas del mundo tuvieran que internalizar los costos ambientales que provoca su operación, prácticamente ninguna de ellas estaría generando ganancias.

La afirmación no parece novedosa, sobre todo si uno le presta un poquito de atención a la agenda ambiental, pero lo diferente e interesante es que este informe le pone pesos y centavos, o más bien, millones de dólares, a lo que parece sentido común.

Así, el informe ofrece en primer lugar una perspectiva global acerca de cuáles son las principales amenazas a lo que algunos denominan capital natural –y que nosotros preferimos llamar patrimonio natural-, para hacer comprensibles y cuantificables dichos riesgos ante gobiernos e inversores.

Estos riesgos se presentan en términos financieros, algo que puede generar polémica pero que permite, en este caso, mostrar cuan lejos estamos de tener un sistema económico mundial basado en los principios de la sustentabilidad.

Como método, la consultora organizó el estudio ubicando las 100 principales amenazas al patrimonio natural, las cuales le cuestan a la economía mundial alrededor de $4.7 billones de dólares anuales derivados de costos ambientales y sociales, la pérdida de servicios ecosistémicos y la contaminación. Al comparar estos costos contra las ganancias reportadas por las empresas (ojo, no las que se van a paraísos fiscales, sólo las reportadas oficialmente), el estudio encontró que prácticamente no existirían empresas solventes si se les obligara a pagar los platos rotos del daño ambiental.

Como era de esperarse, el estudio encuentra que buena parte de los pasivos ambientales los asumen los países en desarrollo, aunque los bienes y servicios resultantes, se consuman y disfruten en los países desarrollados. Además, debido a la globalización de la economía, las cadenas de suministro son cada día más complejas y abarcan a todo el planeta, diluyendo las responsabilidades, concentrado las ganancias y esparciendo los daños.

Los enormes márgenes de ganancia de las industrias más rentables del mundo, como las productoras de aceite, carne, tabaco, minería, y electrónica, le “piden prestado” al futuro: estamos negociando la sostenibilidad a largo plazo para beneficio inmediato de los accionistas.

Y, por ejemplo, se enlista a los sectores productivos con mayor impacto a nivel regional: en Asia Oriental y Norteamérica, la generación de energía eléctrica con base en carbón, en el Sureste Asiático, la producción de arroz y trigo y en Sudamérica, la ganadería y la agricultura. Tan sólo la ganadería al sur del continente cuesta 18 veces más en términos de los pasivos ambientales que deja, que las ganancias que genera. Después de todo, la ganadería es el principal motor de la devastación de la selva amazónica.

La mayoría de los pasivos ambientales no cuantificados se deben a las emisiones de gases de efecto invernadero (38%), seguidas por el uso del agua (25 %), de la tierra (24 %), por contaminación del aire (7 %), contaminación de agua y suelos (5 %) y generación de residuos (1 %).

Para el caso mexicano, donde en el año 2014 el INEGI calculaba un costo sólo por agotamiento y degradación de los ecosistemas equivalente al 5.7% del PIB, aunque un estudio del Banco Mundial lo estimaba en 2012 en el 13%, con cualquier número, ciertamente es conveniente y apremiante hacer un ejercicio como éste: por ejemplo ¿cuánto producirá la carretera que se comenzó a construir en Xochicuautla, atravesando el bosque de agua y destruyendo viviendas, versus los costos ambientales y sociales? ¿De qué tamaño serán las ganancias de los negocios inmobiliarios en Tajamar, y cuánta gente realmente recibirá beneficios, contra el valor de los servicios ambientales que brinda cada hectárea de manglar? El negocio de las armadoras de autos en México ¿sería tan jugoso si agregáramos los costos a la salud de la población, muchos de los cuales asume el sistema público de salud –es decir nosotros, vía pago de impuestos?

El diseño de políticas públicas que obliguen a la internalización de los costos ambientales se vuelve un tema de sobrevivencia, y obliga a repensar seriamente los términos sobre los que está montado el actual modelo de desarrollo económico mundial.

Editorial del Programa Universitario de Estrategias para la Sustentabilidad en el noticiario Primer Movimiento de Radio UNAM, emisión del martes 19 de abril de 2016.
Mireya Imaz, Marjory González. 2016, PUES-UNAM. México.
(Se autoriza la reproducción citando la fuente).

martes, 12 de abril de 2016

Incendios forestales

Ardieron 244 hectáreas (Foto: Twitter).
La madrugada del 7 de abril un incendio se propagó rápidamente por el Tepozteco, el emblemático cerro que rodea a Tepoztlán, Pueblo Mágico en el Estado de Morelos.

   Este incendio forestal comenzó, en realidad dos días antes, y parecía estar bajo control –o eso se pensó- cuando las llamas alcanzaron una cañada y desde ahí, el fuego se propagó.

   La fotografía de la Parroquia de la Natividad con un fondo de llamas recorrió las redes sociales, así como los videos que muestran el trabajo heroico de los brigadistas voluntarios, vecinos de Tepoztlán la mayoría, que con poco más que sus cuerpos, unos paliacates y algunos machetes, subieron a defender el bosque y nos conmovieron enormemente.

   Los propios brigadistas señalaron una respuesta lenta y descoordinada por parte de las autoridades, que aparentemente tardaron en enviar helicópteros con baldes de agua (los llamados helibaldes), por considerar que el fuego estaba controlado.

   Finalmente se sumaron dependencias federales, estatales y más de 200 brigadistas que lograron detener el incendio al día siguiente, para entonces, las llamas habían afectado 244 hectáreas del Parque Nacional El Tepozteco.

   Este incendio representa una fuerte llamada de atención, más aún frente a las condiciones actuales pues, por ejemplo, el 18 de marzo el Servicio Meteorológico Nacional reportaba que 40% del territorio nacional se encuentra en condiciones de sequía anormal.

   A esto se suma el fenómeno de El Niño, que de acuerdo con el Servicio Meteorológico Nacional continúa con una intensidad "fuerte" y se prevé que finalice hasta principios del verano.

   De hecho, conforme datos de la Comisión Nacional de Recursos Forestales, la Conafor, durante los primeros 3 meses de este año se duplicó la cantidad de este tipo de siniestros en comparación con el mismo periodo en 2015.

   Así, en lo que va de 2016 se han presentado 3,974 incendios forestales que han afectado una superficie de casi 47 mil hectáreas de bosque en 31 entidades del país.

   Entre las entidades con mayor superficie afectada hasta el momento se encuentran Oaxaca, Michoacán, Guerrero, Puebla y Sonora.

   Es importante comentar que el fuego es parte de los ciclos naturales de los ecosistemas forestales ya que facilita el renuevo de algunas especies vegetales y aporta nutrientes a los suelos.

   Impedir que ocurra cualquier incendio, por tanto, no es necesariamente benéfico. Incluso puede ser dañino a la larga, debido a la acumulación de materia orgánica, por ello es tan importante contar con planes de manejo en las zonas boscosas y destinar recursos para cumplirlos.

   En esta época del año las quemas agrícolas o de pastoreo son frecuentes y desgraciadamente, como en este caso, suelen salirse de control. En la Ciudad de México buena parte de los siniestros se deben a quemas para inducir el renuevo de los pastizales destinados a la ganadería, o son el preludio de invasiones cuya intención es urbanizar un predio.

   A esto, hay que sumar la irresponsabilidad de quienes arrojan cigarros, prenden fogatas sin las precauciones debidas o elevan globos de Cantoya, que pueden ser muy bonitos pero son, sin duda, muy peligrosos para los bosques, en especial en la época de secas.

   Así que desde este espacio hacemos un llamado, a extremar precauciones al visitar zonas boscosas o de pastizales, y a reportar, en su caso, incendios al teléfono 01 800 4623 6346 de Conafor.

   Y aprovechamos para comentar que en la UNAM, la Reserva Ecológica del Pedregal de San Angel es muy susceptible a estos siniestros debido a la acumulación de materia orgánica entre las rocas volcánicas del Pedregal, y así mismo, esta misma topografía propicia incendios subterráneos difíciles y peligrosos de combatir, por lo que pedimos el apoyo de nuestros lectores para evitar actividades que la pongan en riesgo y dar aviso en caso de detectar humo o fuego al 56-16-09-14.

Editorial del Programa Universitario de Estrategias para la Sustentabilidad en el noticiario Primer Movimiento de Radio UNAM, emisión del martes 12 de abril de 2016.
Mireya Imaz, Marjory González. 2016, PUES-UNAM. México.
(Se autoriza la reproducción citando la fuente).

viernes, 8 de abril de 2016

El "Plan Obama" contra el Cambio Climático: ¿de lo bueno, poco?

(Editorial del 11 de agosto de 2015 sobre el "Plan Obama")

"Solamente tenemos un hogar, un planeta. No hay plan B".
Con esta dramática frase presentó Barack Obama su “Plan de energía limpia” el pasado 3 de agosto, el cual traza una serie de medidas y políticas energéticas frente al Cambio Climático que deberá adoptar la mayor economía del planeta, la que, junto con China, es responsable del 45 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero a escala global.
Durante su discurso de presentación en la Casa Blanca, Obama afirmó que el plan representa el paso “más grande y más importante” que ha tomado su país para combatir el cambio climático.
Y tiene razón, pues nuestros vecinos del norte se han caracterizado por negarse sistemáticamente a firmar los acuerdos globales de reducción de emisiones. Así que la noticia es buena, pero ¿las medidas serán suficientes para evitar que rebasemos los dos grados Celsius de calentamiento, el límite calculado para evitar consecuencias irreversibles?
En principio, es alentador que el plan establezca una meta clara de reducción de emisiones de Gases de Efecto Invernadero del 32 por ciento para el año 2030.
Para lograrlo, la propuesta se basa en cuatro ejes, que en apretada síntesis enumeramos:
  1. Mejorar la eficiencia de las plantas generadoras de energía a carbón existentes y aplicar por primera vez estándares de emisiones para todas las plantas nuevas, frenando en los hechos la instalación de nuevas plantas basadas a carbón.
  2. Expandir la economía basada en energías limpias (como la eólica, solar, hídrica y geotérmica) para alcanzar el 30 por ciento de generación limpia en el año 2030
  3. Construir infraestructura para el aprovechamiento de energías limpias. Se plantea revisar y modificar constantemente la infraestructura de distribución y acceso a la energía, así como los estándares de eficiencia de los combustibles y las emisiones permitidas, principalmente en los vehículos de carga, autobuses y vagonetas. 
  4. Frenar el desperdicio de energía en hogares, empresas y fábricas, pues se argumenta que la eficiencia energética es una oportunidad rentable para que las familias ahorren dinero, las empresas sean más competitivas y se logren los objetivos de reducción de emisiones.
  5. Por último, se propone incrementar la reducción de otro tipo de emisiones, como las de hidrofluorocarbonos (HCFC´s) que se cuentan entre los gases de efecto invernadero cuya demanda continúa incrementándose, así como el metano, que representó casi el 10 por ciento de las emisiones durante el 2012.

Además se hace un llamado a los Estados que integran la Unión para presentar planes locales de reducción de emisiones en 2016 y compromisos definitivos en 2018, y se incluye un programa de incentivos a fin de que puedan cumplir con los estándares federales de producción basada en energías renovables durante estas primeras etapas. Las entidades que comiencen a tomar medidas de reducción en el 2020 serán premiadas mediante un sistema interestatal de bonos de carbono.
Las reacciones ante el plan energético de Obama no se han hecho esperar. Los republicanos, que para citar el ya clásico “no entienden que no entienden”, se lanzaron en contra de inmediato. El ex -gobernador de Florida y delfín de la petrolera dinastía Bush, el hermano Jeb, lo calificó de “irresponsable", argumentando que provocará una oleada de desempleo e incrementará los precios de la energía en todo el mundo.
Marco Rubio, senador por Florida, afirmó que la propuesta provocará un incremento “catastrófico" de las tarifas eléctricas para los menos ricos. De acuerdo con una nota del New York Times del 2 de agosto, los expertos estiman que al menos 25 Estados, cuyas economías dependen de la minería del carbón o de la generación de electricidad a carbón, interpondrán una demanda contra el proyecto del Presidente ante la Suprema Corte de Justicia de aquel país.
Las opiniones de estos personajes de la política contrastan con las de los científicos, quienes opinan que se necesita más, mucho más. Un artículo de David Biello publicado en la revista Scientific American el 6 de agosto, advierte que el carbón y el gas natural seguirán siendo las dos fuentes principales de generación de electricidad, representando en conjunto el 60 por ciento para el 2030.
En contraste, Dinamarca obtiene actualmente el 40 por ciento de su electricidad mediante energía eólica, Alemania el 26 por ciento mediante renovables, y Escocia ha logrado suministrar energía eléctrica derivada de tecnologías limpias ¡al 98 por ciento de los hogares escoceses!
Siguiendo a Biello, aún si el plan se aplicara eficazmente en los 47 Estados de la Unión Americana, se añadirían 1.7 mil millones de toneladas métricas de CO2 a la atmósfera cada año sólo por generación de electricidad, lo que sumado a las 600 mil millones de toneladas métricas que ya se han arrojado permiten pronosticar que no alcanzaremos la reducción de emisiones necesaria para evitar llegar a los 2 grados Celsius de calentamiento global.
Así las cosas, el plan Obama es un buen esfuerzo, más aún dentro del contexto político al que se enfrenta, pero resulta insuficiente ante la crisis ambiental que ya está en marcha. En esta ocasión decir “de lo bueno, poco” es mal consejo.


Cecil el León: la cacería ni es deporte ni es sustentable

(Este editorial es del programa del 4 de agosto de 2015 sobre la caza de animales)

El pasado 13 de julio una noticia comenzó a darle vueltas al mundo entero: un cazador había matado ilegalmente a Cecil, el león más querido de Zimbabue que habitaba en el Parque Nacional Hwange, un área protegida de ese país.
El escándalo obligó al cazador furtivo, el odontólogo estadounidense Walter Palmer, a cerrar su consultorio y buscar un buen abogado para evitar ser extraditado a Zimbabue, y además, y mas importante, ha generado un amplio debate acerca de qué tan pertinentes son hoy en día los programas que permiten la cacería legal a cambio de “recursos para la conservación”.
Para empezar, la manera en que fue ultimado el león Cecil rompió todas las leyes de caza legal en Zimbabue, pues al felino lo sacaron del parque usando carnada y luego lo hirieron con flechas, condenándolo a una agonía que duró dos días, todo lo cual denota una gran crueldad y por supuesto está prohibido. Esto nos habla de la dificultad que existe en los países subdesarrollados para contar con mecanismos confiables de vigilancia de las áreas protegidas. Esto lo sabemos muy bien en México.
Pero además, quiere decir que muy probablemente ya no hay leones en los cotos de caza legal, lo que hace que los operadores de cacería turística organizen cacerías ilegales, como la que acabó con la vida del león Cecil.
Este es un dato que debiera obligar a las autoridades de Zimbabue a revisar el tamaño real de las poblaciones silvestres dentro y fuera de las reservas, pues seguramente se ha cazado más de la cuenta.
La venta de derechos de caza funciona como mecanismo de conservación, o al menos eso se argumenta, si deja ganancias para las comunidades locales y para el estudio y preservación de la vida silvestre. Sin embargo, de acuerdo con Pieter Katz de la ONG Lion Aid en una entrevista del 30 de julio para la BBC, la mayor parte de los recursos que se obtienen se quedan en los operadores de caza, beneficiando muy poco a los gobiernos y casi nada a las comunidades locales, a las que llega entre el 2 y el 5 por ciento de las ganancias, al menos en África.
En la misma entrevista de la BBC, Jeffery Flocken, del Fondo Internacional para el Bienestar Animal (IFAW), afirma que los safaris fotográficos y el ecoturismo representan una mejor apuesta, tanto desde el punto de vista ético como económico, pues obviamente es mucho mas sustentable en el largo plazo que miles de personas que puedan viajar para ver vivo, una y otra vez, a un hermoso animal como Cecil, a que en una jornada unos cuantos cazadores exterminen al ejemplar.
Y es que el argumento más fuerte contra la cacería tiene que ver con la mirada a futuro: los animales adultos que se cazan como trofeo suelen ser los más grandes, fuertes, ágiles, llamativos, etcétera, por ello, al matarlos se priva a las poblaciones de la herencia genética de estos animales. Ciertamente, a este nivel de caza, nadie busca la presa mas “cuchita”.
En el caso que nos ocupa, no sólo se perdió a Cecil, sino que sus 6 cachorros corren el riesgo de morir atacados por otros leones macho ante la falta del padre.
De acuerdo con el biólogo David Macdonald, director de la Unidad de Investigación de Conservación de Vida Silvestre de la Universidad de Oxford, en entrevista para la revista Nature y quien ha estudiado a los leones de Hwange durante los últimos 20 años, la pérdida de un león nunca es sólo eso, pues se debilita la coalición masculina o hermandad de la cual formaba parte, y una coalición más fuerte permite conservar mejor el control del territorio, y al debilitarse esta coalición, se pone en riesgo la vida de los hermanos sobrevivientes y de sus cachorros.
Vale insistir, además, en las múltiples conexiones que existen en la naturaleza que se rompen o deterioran en cuanto falta un eslabón, poniendo en peligro ecosistemas enteros. Un caso bien conocido y paradigmático es el del Parque Yellowstone, en Estados Unidos, donde la pérdida de las poblaciones de lobos debido a la caza de los mismos, ocasionó una debacle en cadena, pues las poblaciones de ciervos, alces y otros herbívoros crecieron sin control ante la falta de predadores, acabando en consecuencia con los pastos nativos y los brotes de árboles y arbustos.
En 1995 se reintegraron lobos al parque restableciéndose la cadena alimenticia y y permitiendo con ello la regeneración de la vegetación de los valles y desembocaduras de ríos, lo cual a su vez permitió el crecimiento de bosques de álamos y sauces y con ellos, el regreso de las aves y sus actividades de polinización y dispersión de semillas. También se incrementó el volumen de agua en el cauce de los ríos y la población de castores, que requieren madera para sus madrigueras, se recuperó. Las represas de los castores, a su vez, son el hábitat de anfibios, peces, reptiles y un largo etcétera.

En el caso de nuestro país, la cacería legal de especies como el borrego cimarrón, quizás el mas emblemático, ha generado recursos para la recuperación de esta especie, sin embargo, cabría preguntarse si los mismos recursos no podrían haber salido de una adecuada política fiscal, que destine lo que realmente se necesita para la conservación del patrimonio natural del país, en lugar promover un "deporte" que se solaza matando.


COP 21: el largo y sinuoso camino a París

(Este editorial corresponde al programa del 28 de julio sobre la COP21 en París)

A fines de este año se celebrará en Francia una de las reuniones internacionales más trascendentes para definir el rumbo que tomarán los gobiernos del mundo frente a la realidad cada vez más apabullante del Cambio Climático, la ciudad de París se prepara para recibir y presidir la vigésimo primera Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, también llamada Cumbre de París o COP21.
La Convención Marco fue adoptada en 1992 durante la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro y a la fecha ha sido ratificada por 196 Estados que constituyen las “partes interesadas” de la Convención, es decir, los integrantes que participan en el diseño de acciones y políticas encaminadas a frenar el calentamiento global, así como en las negociaciones para hacerlas realidad.
De una de estas cumbres emergió el Protocolo de Kyoto, que estableció metas obligatorias de reducción de emisiones, en particular para los países industrializados, así como algunos mecanismos para ayudar al cumplimiento de dichas metas. Estas reuniones representan hasta este momento la reacción internacional más organizada frente a las pruebas convincentes, confirmadas una y otra vez por las y los científicos del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), de que se está produciendo un cambio climático a escala planetaria y que su origen fundamental son las actividades humanas.
En particular la COP21 de París ocurre en un momento crucial de las negociaciones internacionales sobre cambio climático, pues es urgente que la reunión desemboque en un nuevo acuerdo internacional sobre el clima, aplicable a todos los países, que permita frenar el calentamiento global por debajo de los 2 grados Celsius, cosa que desgraciadamente se ve cada día más difícil de conseguir pero que es indispensable pues, literalmente, nos va la vida en ello, al menos la de la civilización tal como la conocemos.
Así, un artículo publicado el 9 de julio pasado en la revista Atmospheric Chemistry and Physics, escrito por uno de los más destacados climatólogos, el físico James Hansen y otros 16 reconocidos autores, se advierte que si la humanidad falla y se rebasa el límite de los 2 grados, se corre un riesgo real de que el incremento de varios metros en el nivel del mar sea ya inevitable, debido a las dinámicas inerciales del sistema y a la existencia de procesos que se retroalimentan.
El artículo describe cómo el derretimiento de la capa de hielo continental del Antártico, debido al incremento de temperatura de los mares, desencadena un proceso que agrega grandes volúmenes de agua dulce y fría al mar que, al ser menos densa, flota sobre capas más cálidas y saladas de agua marina. Las capas frías de agua producen una nueva expansión de hielo Antártico en la superficie marina, pero las capas cálidas debajo continúan erosionando el hielo continental de manera acelerada.  
A su vez, el enfriamiento de la superficie del océano en el Atlántico Norte así como el Océano Austral, incrementa la energía cinética del sistema impulsando tormentas más potentes.
Si el océano sigue acumulando calor y se incrementa la fusión de las plataformas de hielo marino de la Antártida y Groenlandia, corremos el riesgo de llegar al punto en el que la desintegración de la capa de hielo a gran escala sea imposible de frenar, con el consecuente aumento de varios metros del nivel del mar.
Los autores son enfáticos al señalar que el costo económico y social de la pérdida de las ciudades costeras es prácticamente incalculable, por lo que enfocarse en estrategias de adaptación a este escenario resulta inaceptable para la mayor parte de la humanidad.
El conocimiento en torno al funcionamiento del clima planetario y la manera en que la humanidad lo está transformando se acumula junto con las malas noticias, y hoy sabemos que se juega mucho más de lo que hasta hace relativamente poco tiempo calculaba la comunidad científica que podía esperarse con una elevación de tan sólo un grado de la temperatura promedio del planeta.
Por ello, en los próximos meses de la recta final rumbo a París, queremos abordar con las y los radioescuchas de Primer Movimiento tanto las noticias alrededor de la reunión, como los hallazgos científicos que ocurran, pues nos parece indispensable que la sociedad se informe cada vez mejor sobre el tema, de manera que tengamos la capacidad de intervenir en lo que está ocurriendo con el clima planetario.
Pero ¿por qué decimos que debemos intervenir? Desgraciadamente, una COP tras otra han ocurrido sin grandes avances, compromisos, acuerdos vinculantes y acciones, acciones urgentes, necesarias, concretas.
Como describe la activista Naomi Klein en su reciente libro This changes everything –que recomendamos ampliamente-, las cumbres se han vuelto poco más que sesiones de terapia colectiva para quienes están sufriendo las consecuencias del cambio climático, por un lado, y de lavado de conciencia para quienes continúan haciendo negocios a costa del ambiente, por otro.
Y lo que entonces queda claro es que nadie va a venir a salvarnos, mucho menos el pequeño segmento de la población mundial que concentra las riquezas y que no se verá afectado por casi nada de lo que ocurra, llámese escasez de alimentos, sequías, inundaciones, plagas, etcétera, de manera que no queda otra opción que organizarse para forzar a los gobiernos a tomar las medidas necesarias para frenar el descarrilamiento.

Como advierte la autora “el caso es que realmente estamos por nuestra cuenta y cualquier fuente creíble de esperanza en esta crisis tendrá que venir desde abajo”. Que sea una invitación para todas y todos a construir esperanza.


martes, 5 de abril de 2016

"Hoy no circula" y contaminación: ¿para quién se hace Ciudad?

Aviso callejero (Foto: Cuartoscuro).
¿Cómo les va de Hoy No Circula? Hoy vamos a hablar precisamente de este tema. Escríbanos, nos interesa mucho su opinión.

   Comenzaremos por insistir en que el Hoy No Circula es una medida que sirve de manera puntual, es un paliativo ante las contingencias ambientales que no resuelve el problema de la contaminación atmosférica ya que, en el mediano y largo plazo, incrementa el parque vehicular.

   Cabe mencionar que una forma de subsanar el error cometido en la década de los noventa de volver permanente, el entonces provisional Hoy No Circula, fue la introducción de la calcomanía doble cero, lo cual incentivó la renovación de parte del parque vehicular. Desgraciamente favoreciendo sólo a aquellos que pueden costear vehículos nuevos.

   ¿Qué pasa ahora? Por un lado, nos preguntamos ¿cuál es el panorama con el que se topó el millón de personas extra que, como mínimo, llegaron, esta mañana, de golpe, al transporte colectivo?

   Por cierto, como hasta las autoridades están hechas bolas, va un breviario cultural: el transporte colectivo público es el metro, rtp y el trolebús, el transporte colectivo concesionado es todo lo demás, metrobús, combis, microbuses, camiones, tren suburbano, taxis, ecobicici y bicitaxis.

   ¿Cómo funciona este conglomerado de opciones de movilidad colectiva? Por un lado, el público está saturado y sin mantenimiento y por el otro, el concesionado, es ineficaz, inconexo, inseguro, contaminante, y privilegia las ganancias y no las necesidades de las y los usuarios.

   Ya es hora, que nos digan las autoridades: ¿quién y cuándo va a meter en cintura a los dueños de las rutas de microbuses, combis y camiones que contaminan ostensiblemente? ¿Cuándo se les va a obligar a respetar las paradas y no cargar pasaje cada tres metros, a darle mantenimiento a sus unidades y ofrecer un trato digno a las y los usuarios, a no privatizar las calles para guardar y lavar sus unidades, ocasionando problemas viales y de seguridad? Bueno ¡que tengan placas! La mayor parte de la flota de microbuses opera con modelos de más de 15 años y en ellos se hace el 64% de los viajes en la Ciudad de México.

   Por otro lado, en materia de inseguridad en el transporte colectivo, la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad, reporta que 7 de cada 10 mujeres afirmaron tener miedo de sufrir una agresión sexual en éste, en 2009 se registraron 88 violaciones en taxis y 28 en microbús y más del 50% de las y los usuarios de transporte en el Edomex, han sido víctimas de algún delito. De acuerdo con el INEGI 2014 de la Encuesta Nacional de Victimización y percepción de la violencia.

   Por otro lado, cabe preguntarse ¿qué tipo de ciudad y de movilidad se ha estado construyendo? La respuesta es evidente…ciudad para los autos, dislocada, desigual, contaminada, de espaldas al suelo de conservación y las áreas verdes, donde ganan los grupos de presión y perdemos la mayoría.

   El automóvil particular ahora es el enemigo a vencer, aunque por todos lados se le impulsa, en 2011 el gasto orientado al automóvil representó el 66% del total de los recursos destinados a obra pública en 10 estados, contra 22% para el transporte público o la infraestructura ciclista, de acuerdo con un estudio del ITDP. Las gasolinas están subsidiadas y la infraestructura del país se concentra en los automotores en general, desplazando opciones menos contaminantes como los trenes.

   El transporte de carga es otro privilegiado, cuya flota urge que se renueve por el tema ambiental pero también por la cantidad de accidentes mortales que provoca en las carreteras del país. Los horarios nocturnos de circulación y de carga y descarga deberían volverse permanentes y lo mismo va para los vehículos públicos de servicio.

   En el paraíso de la falta de regulación también viven los vehículos y la maquinaria de construcción, a esos solamente les aplican el “Hoy si contamino.”

   Por otro lado, las armadoras de autos han sido las ganonas por partida doble: nos venden autos más caros y de menor calidad que los modelos destinados al mercado de Estados Unidos, los estándares de emisiones también son menores y aun así hay quien no los cumple. Como la construcción de infraestructura privilegia a los carros, no es de extrañar que el año pasado, en plena recesión, la industria automotriz tuviera ganancias récord en nuestro país.

   En contraste, a las y los trabajadores de menores ingresos les toca bailar con la más fea: además de padecer el transporte colectivo, el costo de la vivienda es tan elevado en la Ciudad de México, que de acuerdo con un estudio de la UACM, el 80% de los derechohabientes de las dependencias públicas que cotizan aquí, obtienen sus viviendas en el Edomex. Cada día se producen 4.2 millones de viajes a la Ciudad desde 58 municipios mexiquenses, de acuerdo con Setravi.

   ¿A poco esto no crea problemas de movilidad y desigualdad? ¿Y cómo se piensan resolver?

   Quedan aún en el tintero varios puntos -que dejaremos para el siguiente martes-, como la siembra de mil 500 árboles a 14 mil pesos el árbol en época de secas, mientras tanto pueden consultar esta editorial y los artículos que hemos citado en el presente Blog y en nuestras redes sociales:

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Editorial del Programa Universitario de Estrategias para la Sustentabilidad en el noticiario Primer Movimiento de Radio UNAM, emisión del martes 5 de abril de 2016.
Mireya Imaz, Marjory González. 2016, PUES-UNAM. México.
(Se autoriza la reproducción citando la fuente).

Los lobos de Yellowstone

Manada marcha sobre el río.
Como Marzo se ha deslizado entre tantas malas noticias, decidimos traerles una historia para levantar el ánimo, así que vamos a hablar del regreso de los Lobos al Parque Nacional de Yellowstone, en Estados Unidos y lo que se ha descubierto alrededor de este regreso.

   Yellowstone es la reserva natural más antigua del Norte de nuestro continente, fue declarado Parque Nacional en 1872, y los lobos eran el predador dominante hasta la década de 1920, en que sus poblaciones fueron erradicadas por la acción humana.

   Pasaron 70 años para que los lobos fueran reintroducidos, en 1995, en Yellowstone, en buena medida gracias a la insistencia de ecólogos y organizaciones ambientalistas.

   El regreso de estos cánidos a su espacio, representó una oportunidad única para que los biólogos pudieran observar y documentar lo que sucede cuando un depredador superior vuelve al ecosistema.

   Se esperaba que los lobos ayudarían a controlar el tamaño de las poblaciones de ciervos y alces, que crecieron sin control ante la falta de un depredador importante y comenzaron a generar una enorme presión en la vegetación del Parque.

   Pero además de esto, que resulta obvio, ocurrió que la presencia de los lobos aparentemente modificó el comportamiento de las manadas de ciervos y alces, los cuales comenzaron a evadir zonas del Parque, en especial aquellas donde era más fácil que los atraparan las jaurías como valles y vados de ríos. Digamos, buscaron lugares donde no los fueran a “venadear”.

   En consecuencia, estas zonas comenzaron a regenerarse, transformando valles de pastos y arbustos en bosques de álamos y sauces en un periodo de alrededor de una década. A su vez, los bosques atrajeron un mayor número y diversidad de aves, tanto de especies nativas como migratorias.

   También creció la población de castores, para los cuales es muy importante tener árboles cuyas hojas, raíces y cortezas les sirven de alimento, y troncos que les permiten construir represas donde pueden anidar.

   Esas represas, a su vez, cumplen una serie de servicios al ecosistema, pues propician la formación de humedales, los cuales son un hábitat importante para aves como patos, garzas, nutrias, peces, anfibios, insectos y plantas acuáticas, además de ayudar a controlar inundaciones.

   Otra consecuencia del regreso de los lobos al parque, ha sido la disminución de las poblaciones de coyotes, lo que a su vez permitió la recuperación de las poblaciones de ratones y conejos, y con ello las de halcones, zorras, hurones, comadrejas y tejones.

   Además, animales de hábitos carroñeros como aves de rapiña, sobre todo águilas y cuervos, aprovechan los restos que dejan los lobos luego de la cacería. Lo mismo ocurre con los osos, que no dejan pasar la oportunidad de tener alimento fácil.

   Resulta muy interesante que la cascada de acontecimientos desatados por la presencia de los lobos también modificó, al menos en parte, la dinámica de los ríos de Yellowstone.

   El cambio en la vegetación implicó menor erosión de los valles y azolve de las corrientes, todo lo cual modificó la profundidad en algunos lugares, la velocidad en otros, pero en general significó una mayor estabilidad de los cuerpos de agua, lo cual también resulta benéfico para la fauna silvestre.

   A estos efectos de los grandes predadores en los ecosistemas, los ecólogos le damos un nombre muy elegante: cascada trófica.

   Aunque algunas de las consecuencias del regreso de los lobos aún generan debate entre los científicos, pues las dinámicas de los ecosistemas suelen ser el resultado de múltiples procesos, interconectados de maneras intrincadas y de largo aliento, lo que sí es un gran consenso, es que a los lobos, se les echaba de menos.

   Y ciertamente México debe poner mucha atención a esta experiencia en los valiosos e importantes esfuerzos para reintroducir al lobo mexicano, extinto en vida silvestre en nuestro país.

Editorial del Programa Universitario de Estrategias para la Sustentabilidad en el noticiario Primer Movimiento de Radio UNAM, emisión del martes 29 de marzo de 2016.
Mireya Imaz, Marjory González. 2016, PUES-UNAM. México.
(Se autoriza la reproducción citando la fuente).

Contingencia ambiental en la CDMX: la primera desde 2002

La CDMX en febrero de 2016 (Foto: El País).
Resulta obligado hablar de la Contingencia ambiental que vivimos la tercera semana de marzo de 2016, la primera declarada en 14 años y que duró 72 horas, que apremió a las autoridades a poner en marcha medidas restrictivas para la circulación de miles de vehículos y ocasionó un enfrentamiento entre los mandatarios de la Ciudad y del Estado de México.

   Pero más allá de lo anecdótico, nos interesa insistir en cuáles han sido las recomendaciones de los científicos en los últimos años para implementar políticas públicas, urgentes y de largo plazo, que reduzcan efectivamente los índices de contaminación en la Cuenca del Valle de México, pues aquí nos jugamos la salud de millones de mexicanos.

   Primero, ¿cuál es el panorama?

   De acuerdo con los informes anuales de Calidad del aire para la Ciudad de México disponibles en línea, en 2013 tuvimos sólo 5 días con buena calidad del aire, si tomamos en cuenta las partículas suspendidas de 2.5 micrómetros como referente, o bien 40 días buenos si se considera el Ozono, y se declaró la fase de pre- contingencia en 6 ocasiones.

   En 2014 hubo 3 pre-contingencias por Ozono y menos días buenos por este contaminante, sólo 31.

   En 2015 tuvimos 7 pre- contingencias y en este 2016, llevamos 3 pre-contingencias y una contingencia de tres días por Ozono. “Ahí la llevamos”.

   ¿Qué está ocurriendo? Una combinación de factores, entre los que destacan

  1. Un sistema de transporte colectivo insuficiente, deficiente y muchas veces contaminante, junto con un modelo de movilidad que privilegia y subsidia al transporte privado.
  2. El incremento incesante del parque vehicular, que de acuerdo con datos del INEGI se duplicó entre 2005 y 2013, es decir en tan sólo ocho años, al pasar de 3.5 a 6.8 millones de unidades registradas en la Zona Metropolitana del Valle de México.
  3. El atraso en las normas de combustibles y de emisiones de vehículos pues, por ejemplo, la norma de contaminantes para autos nuevos a gasolina (NOM 042) se revisó por última vez en 2005 y la de vehículos nuevos a diésel (NOM 044) en 2006. Estas regulaciones tienen un rezago de una década respecto de las existentes en Estados Unidos, a pesar del Tratado de Libre Comercio y aunque las empresas de automotores son las mismas a ambos lados de la frontera.
    En cuanto a la norma 086 de diésel de ultra-bajo azufre, como Pemex no puede surtir este combustible en todo el territorio nacional, la tan esperada actualización (que lleva 7 años en el tintero) será el parto de los montes: en vez de exigir 10 partes por millón, nos tendremos que conformar con 15 ppm en una norma emergente y provisional.
  4. Las fallas evidentes en los sistemas de verificación tanto en la Capital como en las demás entidades de la Megalópolis.
  5. La pifia de querer sacar de la circulación autos por edad y no por emisiones, medida que resultó en una lluvia de amparos al no estar sólidamente justificada, y que a la larga arrojó 500 mil vehículos más a las congestionadas calles de la Ciudad, de acuerdo con el portal de noticias Respira México.

   A ello se sumó el nuevo reglamento de tránsito que aminoró la velocidad de los autos en vías rápidas e incrementó, por tanto, las emisiones, de acuerdo con un estudio del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM. Otras medidas, como el Hoy no Circula Sabatino, provocaron que parte de la población adquiriera un segundo automóvil, no necesariamente nuevo o de bajas emisiones.

   ¿Qué medidas se deben tomar entonces?

   El Centro Mario Molina recomendó varias desde el 2014 (de las cuales hemos hablado en este espacio): aumentar y mejorar el transporte público, incorporar las motocicletas y todo el transporte de carga al Hoy No Circula, fortalecer la operación del programa de verificación vehicular, hacer que todo el transporte escolar, empresarial y público cuente con sistemas de control de emisiones, entre otras.

   Otro estudio, entregado por el Instituto de Ingeniería de la UNAM el año pasado, propuso modificar las normas de eficiencia de combustibles y de emisiones, obligar a las armadoras a tener los mismos estándares de calidad que las matrices en Estados Unidos y verificar su cumplimiento, promover nuevas tecnologías, como los vehículos eléctricos, a partir de incentivos nacionales, pero sobre todo, impulsar con mucha más fuerza el transporte colectivo público, en especial los sistemas llamados BTR, es decir Metrobús y Trolebús.

   Y el Programa Universitario de Estrategias para la Sustentabilidad añade dos recomendaciones; dejar de hacer ciudad para los autos y empezar a hacer ciudad para la gente, además de leer y hacerle caso a los informes que entregan las instituciones académicas.

Editorial del Programa Universitario de Estrategias para la Sustentabilidad en el noticiario Primer Movimiento de Radio UNAM, emisión del martes 22 de marzo de 2016.
Mireya Imaz, Marjory González. 2016, PUES-UNAM. México.
(Se autoriza la reproducción citando la fuente).

lunes, 4 de abril de 2016

Atrapados sin salida: los residuos que nadie sabe a dónde mandar

(Editorial del programa del día 21 de julio del pasado año sobre los residuos difíciles de clasificar)

Contenedor para pilas en la CDMX
¿En qué se parecen las pilas, el aceite quemado y los focos ahorradores? En que nadie sabe muy bien qué hacer con ellos cuando se termina su vida útil, y de eso vamos a platicar hoy aquí en Primer Movimiento.
Una de las llamadas que con mayor frecuencia recibimos en el PUMA es la de algún ciudadano comprometido con el ambiente que no sabe a dónde enviar alguno de los productos que mencionamos. Y es que nuestra sociedad de consumo ha desarrollado un sinnúmero de tecnologías que nos facilitan la vida, pero cuya producción y posterior disposición tienen consecuencias indeseables para el ambiente y nuestra salud.
En México todo lo que no es un residuo urbano, es decir, como aquellos que producimos en nuestros hogares, se clasifica en dos categorías posibles: residuos de manejo especial, por una parte, y peligrosos, por otra.
Los de manejo especial, de acuerdo con la Ley General para la Prevención y Gestión Integral de los Residuos (DOF 2015) son los que se generan durante los procesos productivos y que no reúnen las características para ser considerados como peligrosos o como residuos sólidos urbanos, o bien, los que se producen por grandes generadores de residuos.
En el costal de los residuos de manejo especial se encuentran las pilas, al menos las que contienen litio, níquel, mercurio, cadmio, manganeso, plomo y zinc. De acuerdo con el estudio ‘Las pilas en México, un diagnóstico ambiental’, publicado en 2009 por la SEMARNAT y encabezado por el Dr. Arturo Gavilán García, hasta el año 2007 en nuestro país se desechaban 32,900 toneladas de pilas al año, unas 600 millones de piezas al año, y tanto en el mercado formal como en el informal se venden pilas cuyos contenidos de mercurio y cadmio rebasan los valores límite establecidos por la Directiva Europea.
Por ello es importante no revolver pilas con otros residuos y depositarlas en contenedores adecuados, de donde surge el primer problema, ¿cuáles son y dónde están dichos contenedores?
En el caso de las ciudades de México y Guadalajara, existen depósitos establecidos mediante convenios entre los gobiernos locales y la empresa IMU, que utiliza el espacio público para colocar publicidad en grandes cilindros que son a su vez contenedores de pilas, las cuales se llevan a la planta de reciclaje y tratamiento de SITRASA, ubicada en Irapuato, Guanajuato.
¿Y los habitantes de las demás ciudades, pueblos y comunidades del país? Pues a menos que las autoridades locales tengan un programa similar, es muy posible que no sepan y en realidad no tengan a dónde llevar sus pilas usadas.
Esto ocurre porque entre el establecimiento de la Norma Oficial Mexicana Nom-161-SEMARNAT-2011 que determinó los criterios para clasificar a los residuos de manejo especial, y la puesta en marcha de los planes para el manejo de pilas, media un largo trecho en el cual los ciudadanos nos quedamos como el chinito, nomás milando.
Un caso más complicado es el de los focos ahorradores, ya sea los pequeños que usamos en nuestras casas, o las lámparas fluorescentes largas que se emplean en oficinas, hospitales e industrias. Aunque el uso de estas lámparas reduce hasta cuatro veces el consumo de energía eléctrica y duran diez veces más que los focos incandescentes, las ahorradoras tienen la desventaja de contener mercurio, un contaminante altamente persistente, bio-acumulable y que tiene efectos negativos en la salud de las personas y los ecosistemas.
México firmó en el 2013 el convenio de Minamata sobre extracción de mercurio y se comprometió con otros 140 países a reducir las emisiones de este contaminante y eliminarlo gradualmente en los productos que aún lo emplean en hospitales y hogares, como las mencionadas lámparas o en los termómetros y otros equipos.
Sin embargo, a la fecha no existen sitios para que un amplio público pueda depositar estos residuos y luego se les dé un tratamiento adecuado, en las páginas oficiales sólo encontramos un lugar en el que se confinan residuos industriales que contienen mercurio, la empresa RIMSA de Nuevo León.
Y el último caso del día: el aceite quemado. Al llegar en grandes cantidades a las tuberías de hogares y comercios, el aceite comestible que empleamos para cocinar se solidifica y puede tapar las tuberías, agravando el problema de los drenajes congestionados con la basura que no se deposita en su lugar. Además estos aceites pueden dañar a los ecosistemas y contaminar acuíferos.
Desgraciadamente, lo que en muchos países es un recurso valioso que se transforma en biodiesel para mover camiones, autos y maquinaria, en nuestro país se ve como un desecho del que nadie quiere hacerse cargo, o nos piden que lo coloquemos en botellitas de PET, desperdiciando así la botella que podría reciclarse y el aceite que podría transformarse.
En Brasil existen depósitos donde la gente lleva su aceite de cocina para que este sea procesado y aprovechado como combustible. En Estados Unidos hay mini plantas de procesamiento que le dan servicio a las cafeterías de las universidades y los dormitorios estudiantiles.
Como podemos ver, son tres casos en los que no falta voluntad por parte de la gente para separar y depositar adecuadamente, falta cómo y dónde hacerlo y falta, sobre todo, que la autoridad haga que participen de manera mucho más activa y responsable las empresas que fabrican estos productos.


Cuando el destino nos alcance: el arte se adelanta a la ciencia

(Este editorial corresponde al programa del 14 de julio de 2015 y habla de cuando la realidad supera a la ficción)

Hoy les queremos hablar acerca de los efectos que ya tiene el cambio climático en los océanos y de cómo, en este caso, el arte se adelantó un poco a la ciencia.
En 1973 una película sacudió nuestra imaginación. “Cuando el destino nos alcance”, como se tituló en español, o “Soylent Green” en inglés, protagonizada por Charlton Heston y Edward G. Robinson, narraba una distopía en la que para el año 2022 la flora y fauna del planeta prácticamente habrán desaparecido, grandes masas de población se aglomerarían en las ciudades de manera precaria; hacinados, sin luz ni agua corriente, mientras una selecta minoría vivirá aislada en edificios de lujo gozando de todo tipo de privilegios y comodidades.
La película retrata la ciudad de Nueva York en plena decadencia, abatida por una ola de calor asfixiante en la que sobreviven, en las peores condiciones posibles, 40 millones de personas. Los habitantes de la mega ciudad se alimentarán únicamente a base de una especie de galletas de colores, unas amarillas procesadas a partir de soya y lentejas, así como las verdes o Soylent Green, que le dan nombre a la película, codiciadas por tener más nutrientes y por supuestamente contener plancton y algas marinas.
En la historia, se narran las pesquisas de un detective que al intentar resolver el asesinato de un magnate, acaba descubriendo un crimen aún mayor, relacionado con las galletitas pero que no vamos a contar para no echarle a perder el final a las y los radioescuchas más jóvenes que tal vez no la han visto.
En fin, que el citado detective, llamado Frank Thorn, cuenta con la ayuda de Sol Roth, un anciano sensible y culto que posee una habilidad prácticamente inexistente en el resto de la población: Sol sabe leer. En una de las escenas clave de la película, este personaje descubre un informe oceanográfico en el cual se indica que los mares del mundo se han secado y el plancton ha desaparecido del planeta. El libro tiene en la portada una fecha: el año 2015.
Toda esta historia viene a cuento pues resulta que en cierto sentido, el destino efectivamente nos alcanzó: el cambio climático ya está ocasionando modificaciones en los océanos del mundo, como la elevación del nivel del mar, la acidificación de los océanos, los cambios en la distribución de las especies de plantas y animales marinos, además de la modificación de las corrientes marinas, entre las más importantes.
De acuerdo con el estudio del 2008 de la FAO titulado ‘Consecuencias del cambio climático para la pesca y la acuicultura’, a escala planetaria ya se registra un desplazamiento hacia los polos de las especies de aguas templadas con los consiguientes cambios en el tamaño y productividad de sus hábitats.
El mismo estudio indica que probablemente en un mundo que se está calentando, la productividad de los ecosistemas se reducirá en la mayor parte de los océanos tropicales y subtropicales, en los mares y en los lagos, y se incrementará en las zonas latitudinales altas.
El cambio climático está alterando la estacionalidad de algunos procesos biológicos, como la reproducción, anidación y depósito de huevos, con consecuencias imprevisibles para la producción pesquera. El riesgo de que aumenten las especies invasoras, o que se difundan enfermedades transmitidas por vectores que antes estaban confinados en los trópicos, también son motivos adicionales de preocupación.
Por otra parte, el incremento en las concentraciones de bióxido de carbono en la atmósfera provoca fenómeno denominado acidificación de los océanos. Al precipitarse el dióxido de carbono hacia el mar, este reacciona con las aguas marinas y forma ácido carbónico.
Desde el inicio de la revolución industrial, hace 150 años, el océano ha absorbido aproximadamente una cuarta parte del bióxido de carbono emitido durante la quema de combustibles fósiles, unas 500 mil millones de toneladas de CO2, lo que ha incrementado el promedio de acidez en 30 por ciento, de acuerdo con la página del Consejo para la Defensa de Recursos Naturales.
Algunos modelos indican que el promedio de la acidez de los océanos se duplicará hacia fines del siglo si no disminuimos la velocidad a la que consumimos combustibles fósiles, por otra parte, un estudio publicado en el 2005 por los doctores Ken Caldeira y Michael Wickett del Carnegie Institution of Science en el Journal of geophysical Research, predice que el Ártico se volverá corrosivo para algunos organismos con caparazón o concha dentro de unas décadas y la Antártida a mediados de siglo. Los arrecifes de coral son especialmente sensibles tanto a los cambios de temperatura como de pH del océano.
Otro dato es que el incremento de la temperatura de los océanos provocará una disminución de la biomasa de fitoplancton y zooplancton de entre un 6 y un 11 por ciento, respectivamente, hacia finales del siglo, de acuerdo con un estudio del Centro Tecnológico Azti publicado en 2005 en la revista Global Change Biology. Estos organismos son la base de la cadena trófica en los mares y su disminución afectará, obligadamente, toda la vida marina.
Finalmente, están los casos de zonas muertas en los mares debido al proceso de eutroficación, es decir, una producción excesiva de algas alimentadas por los fertilizantes que se lavan dese tierras altas hacia el océano, y que ocasiona la pérdida de oxígeno en áreas profundas, matando diversas especies de animales y plantas debajo de la capa verdosa.
Así las cosas, parece que Cuando el destino nos alcance resultó muy atinada en algunos aspectos. Ojalá que podamos cambiar el rumbo de los acontecimientos y le demos a nuestra historia planetaria un final más feliz que el previsto por Hollywood.


viernes, 1 de abril de 2016

Monocultivos: tropezándonos con la misma piedra

(Editorial del día 7 de julio de 2015 acerca de monocultivos)

Vamos a levantar un guante que nos arrojaron en Primer Movimiento, pues nos pidieron que comentáramos de las consecuencias ambientales y sociales de los monocultivos.
Los monocultivos son una práctica agrícola que implica cultivar la misma especie en un terreno durante años, sin rotar o combinar con otras especies. Como ejemplo podemos mencionar el cultivo de trigo, soya o las plantaciones de caña de azúcar o de palma de aceite.
Aunque económicamente los monocultivos parecen ser sistemas eficientes, pues permiten la especialización de la maquinaria y de los procesos agrícolas aumentando la productividad, también tienen numerosas desventajas ambientales y sociales que queremos enumerar.
Por ejemplo, el agotamiento de los nutrientes del suelo debido al cultivo intensivo de una sola especie, obliga a emplear grandes cantidades de fertilizantes, en especial fosfatos y nitratos, los cuales al deslavarse están llegando a los océanos, incrementando la reproducción de las algas y originando las llamadas ‘zonas muertas’, regiones del mar y los océanos en las cuales el exceso de materia orgánica y su descomposición ocasionan la disminución del oxígeno presente en aguas profundas, fenómeno que se conoce como anoxia, el cual elimina o reduce drásticamente las poblaciones de otras especies de plantas y animales acuáticos.
Se calcula que actualmente nuestras sociedades están fijando más Nitrógeno y Fósforo para actividades agrícolas e industriales que todos los procesos naturales del planeta juntos, la modificación de los ciclos biogeoquímicos de ambos elementos es de tal magnitud que el Dr. Johan Rockström, junto con los 29 autores del artículo los Límites del Planeta –del que hemos platicado en este espacio-, calculan que la actividad humana ya rebasó, por mucho, la capacidad del Sistema Terrestre para absorber e incorporar estos elementos en los procesos naturales, de manera que estos son dos de los límites planetarios que se encuentra en números rojos.
El uso de fertilizantes comerciales, además, tampoco es sostenible en el tiempo ni sustentable en términos ecológicos debido a que su producción requiere altos consumos de combustibles fósiles, especialmente de gas natural, lo que ata la producción agrícola industrial al empleo de los combustibles cuya quema es la principal causa del calentamiento global.
Por otra parte, los monocultivos incrementan la vulnerabilidad de la agricultura ante diversas plagas, obligando al uso de pesticidas. Los resultados del uso intensivo de plaguicidas incluyen la pérdida de la biodiversidad y la eliminación de especies clave, sobre todo de polinizadores; tiene efectos adversos en la salud de los de los trabajadores agrícolas y de quienes consumimos los productos; contamina el agua y los suelos; además de producir resistencias en las plagas, lo que a su vez obliga a incrementar las dosis y/o la agresividad de los plaguicidas.
El uso de plaguicidas se asocia a la contaminación de acuíferos y suelos por metales pesados, además puede eliminar la microbiota de habita en el suelo, es decir, los hongos, bacterias y protozoarios que permiten oxigenar los terrenos y reciclar sus nutrientes.
Por otra parte, la introducción masiva de monocultivos, que tuvo su primer momento de auge entre las décadas de los años 40 y 60 del siglo veinte, desplazó una gran cantidad de variedades y especies nativas de plantas comestibles.
La FAO en un estudio publicado en 1998 sobre biodiversidad en la alimentación y la agricultura, estimó que durante el siglo pasado se había perdido aproximadamente 75 por ciento de la diversidad genética de especies vegetales y animales domesticadas a nivel mundial, lo cual es muy peligroso pues pone en riesgo nuestro suministro de alimentos ante plagas, enfermedades y frente al cambio climático.
Por ejemplo, durante la década de 1970, la falta de diversidad genética en las variedades del maíz cultivado en los Estados Unidos ocasionó la pérdida de más de mil millones de dólares debido a la falta de resistencia al tizón, una plaga que ataca las hojas de la planta. Además, el uso intensivo de agua ha ocasionado que entre 70 a 80 por ciento del agua dulce que usa la humanidad se destine a irrigar campos de cultivo. La irrigación intensiva también ocasiona la salinización de los suelos, lo que a la larga disminuye o impide la producción de más alimentos y obliga a abrir la frontera agrícola, es decir, a tumbar bosques y selvas para introducir más cultivos.
Se ha buscado solucionar algunos de estos problemas a partir del mejoramiento de variedades y la introducción de variedades de cultivo genéticamente modificadas, lo que pareciera una solución del tipo “abrir un hoyo para tapar otro”, pues muchas plantas no tienen barreras y se cruzan con las genéticamente modificadas, se han observado efectos nocivos en insectos no-blanco, es decir, insectos que no son plagas y para los cuales no estaba destinado el bioinsecticida, como abejas, abejorros o mariposas, y puede ser un factor de riesgo para las variedades silvestres, como en nuestro país, que es centro de origen y distribución del maíz.
Además los cultivos genéticamente modificados solamente enfrentan las plagas, pero no necesariamente disminuyen el otro cúmulo de problemas ambientales de los que estuvimos hablando, pues en el fondo su existencia obedece más a la lógica de consumo y de valorización de los alimentos como commodities, es decir, productos que juegan en el mercado de valores, independientemente de si sirven para alimentar a la población mundial o no o de las consecuencias ambientales de producirlos. Pareciera que repetimos los errores de hace medio siglo.
Así las cosas, especialistas en diversas ramas de las ciencias naturales y sociales voltean a estudiar los agroecosistemas tradicionales como la milpa, que combinaba maíz, frijol, calabaza, quelites y chile, fomentando la biodiversidad y el intercambio cultural, como alternativa ante el reto de alimentar a 7 mil millones de seres humanos sin acabarnos al planeta.