martes, 27 de octubre de 2015

Huertos urbanos: reverdeciendo la ciudad

Huerto en Av. Insurgentes Norte.
Como lo prometido es deuda, en esta ocasión vamos a hablar de huertos urbanos y sustentabilidad de las ciudades.

   A partir del 2008, más de la mitad de la población mundial se concentra en ciudades y, en países como el nuestro, la cifra se aproxima al 80 por ciento del total de su población.

   Con casi 4 mil millones de personas viviendo en ellas, las ciudades representan uno de los mayores retos ambientales, sociales y económicos de las civilizaciones modernas, tanto por esta concentración sin precedentes en la historia humana, como por la manera en que funcionan, pues las ciudades importan energía, agua, materiales, alimentos, bienes de consumo y mano de obra, al tiempo que desechan grandes cantidades de residuos y contaminantes en regiones cercanas o del otro lado del mundo.

   Las ciudades afectan con sus actividades los flujos de materiales y energía planetarios, por lo que se vuelve muy importante reducir su metabolismo.

   La producción y transporte de alimentos para abastecer a la población urbana es uno de los rubros que contribuye en mayor medida a incrementar las huellas hídrica, de carbono y ecológica de las grandes urbes.

   De acuerdo con el estudio “El Estado mundial de los suelos y los recursos hídricos para agricultura” publicado por la FAO en 2011, se calcula que la agricultura mundial emplea 40 por ciento de la superficie terrestre y 70 por ciento de toda el agua dulce que usamos. La agricultura moderna es intensiva en energía, por el uso de combustibles ya sea en tractores, maquinaria agrícola y en la producción de agroquímicos, así como el transporte, almacenamiento, refrigeración y empaque de los alimentos. Sumado a la deforestación para incrementar la superficie cultivada, la agricultura contribuye con 13.5 por ciento de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. A esto hay que añadir el desperdicio de alimentos, que la FAO calcula en un tercio de todo lo que se produce. 

   Y de toda esta producción, las ciudades se llevan buena parte. De acuerdo con el estudio de Delgado Ramos “Cambio climático y la alimentación de las ciudades”, publicado en el 2013, la Zona Metropolitana del Valle de México consumió en 2007, el 22 por ciento de toda la producción de alimentos del país.

   Por eso, la agricultura urbana, ya sea en grandes extensiones, como en la ciudad de México donde más de la mitad de su territorio es suelo de conservación y de este, al menos 37 por ciento es suelo agrícola, o bien en patios, azoteas y camellones, representa una alternativa en la búsqueda de sustentabilidad de las ciudades.

   Además de ofrecer alimentos frescos, en especial hortalizas, algunas frutas y hierbas de olor, los huertos urbanos amplían y conectan las áreas verdes disponibles, no sólo para las personas, sino para aves, insectos, pequeños mamíferos y reptiles.

   Al producir alimentos de manera local, se disminuyen los consumos de agua, energía, combustibles y agrotóxicos, además se pueden aprovechar los residuos orgánicos –que representan la mitad de los residuos sólidos urbanos– en composta.

   La producción propia en un huerto ayuda a las familias a tener ahorros y puede representar una fuente de ingresos, preservar los alimentos tradicionales, contribuir a una dieta equilibrada y proteger la biodiversidad agrícola.

   Si se trata de huertos comunitarios, se contribuye a reconstruir el tejido social, la convivencia vecinal y la re-apropiación del territorio.

   Para hacer un huerto, no se requieren grandes espacios, se puede sembrar en macetas, huacales o llantas, en huertos de ventana usando botellas de PET o en huertos verticales con malla ciclónica, pallets o cimbra.

   Se puede emplear hidroponia, que es un tipo de cultivo que no requiere suelo, o cultivar las azoteas, ya sea con siembra directa o mediante sistemas de módulos. Pueden ocuparse lotes baldíos y camellones, ayudando además a transformar zonas inseguras o descuidadas en centros de reunión.

   Entre los cultivos adecuados para los huertos urbanos destacan las hortalizas, por tener un ciclo de producción corto que permite cosechar algunos productos 2 meses después de su siembra. Aunque es difícil producir todas las frutas y verduras que consumimos, sí se puede lograr la autosuficiencia en algunos productos. 

   Las hortalizas “de batalla” o más fáciles de cultivar son los rabanitos, lechugas, acelgas, zanahorias, cebollas, ajos, jitomates y chiles, entre las hierbas de olor, el romero, cilantro, albahaca, tomillo, orégano, hierbabuena y menta. No olviden sembrar flores como manzanilla, lavanda y mastuerzo, que además de ser útiles también son buenas para los polinizadores. Hay que tomar en cuenta que es necesario tener una fuente cercana de agua y al menos unas 5 ó 6 horas de luz solar directa al día.

   Parecen exageradas las ventajas de los huertos urbanos, pero existen casos muy interesantes, como el de la ciudad de Detroit, en Estados Unidos. La que fuera la capital del automóvil, está viviendo tiempos de crisis tan agudos que en el 2013 se la declaró en bancarrota.

   Ante esto, una de las respuestas de los barrios pobres de Detroit fue la apropiación comunitaria de predios abandonados para instalar huertos comunitarios, que le dieron un respiro a la angustiante situación económica de la gente, además de impulsar el resurgimiento de la vida barrial en una ciudad muy violenta, y permitir el auge de negocios como los restauranteros, que ya se están abasteciendo de los huertos barriales.

   Si quieren saber más sobre el tema, los invitamos a escuchar los programas de Ambiente PUMA que están en el sitio de internet de Radio UNAM.

Editorial del Programa Universitario de Medio Ambiente en el noticiero Primer Movimiento de Radio UNAM, emisión del martes 25 de agosto de 2015.
Mireya Imaz, Marjory González. 2015, PUMA-UNAM. México.
(Se autoriza la reproducción citando la fuente).

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