miércoles, 27 de enero de 2016

El manglar del malecón Tajamar, Cancún

Antes y después.
El sábado 16 de enero de 2016, de madrugada y al amparo de la obscuridad, cuadrillas de trabajadores con camiones de volteo y trascabos ingresaron al malecón Tajamar en Cancún para talar decenas de hectáreas de mangle y rellenar los humedales del lugar.

   Con ello inició la construcción de un complejo de centros comerciales, hoteles y una zona residencial para 3,600 viviendas en una zona de 59 hectáreas, 64% de las cuales está (o estaba, hasta el fin de semana) cubierta por diversos tipos de vegetación hidrófila (asociada a cuerpos de agua) y otro 20% por vegetación terrestre, sobresaliendo 31 hectáreas de manglar y 4.21 hectáreas de selva baja, de acuerdo con la propia Manifestación de Impacto Ambiental promovida por FONATUR y elaborada por la empresa Ingeniería del Medio Ambiente SA de CV, principal documento que sirvió a la autoridad ambiental para otorgar los permisos correspondientes.

   El documento, por ser de interés público, puede consultarse aquí.

   Existen disposiciones legales para regular los desarrollos en la zona, como el “Acuerdo de Coordinación para el Ordenamiento Ecológico de la región denominada Sistema Lagunar Nichupté” que incluye diversos criterios por ejemplo, el criterio D22 a la letra dice:

   “Se deberá conservar la máxima porción de las características naturales, sin afectar ecosistemas excepcionales contiguos, tales como el sistema Lagunar Nichupté, Laguna Morales, manglares y arrecifes entre otros, así como las poblaciones de flora y fauna, especialmente las endémicas y en peligro de extinción.”

   Ante lo cual, la MIA responde con esta perla: “El predio no es un ecosistema excepcional ya que corresponde a un mosaico complejo de condiciones ambientales que han sido resultado de afectaciones y modificaciones (mismas que hizo fonatur). Sigue la cita: "La zona donde se desarrollará el proyecto, forma parte del área de crecimiento de la Ciudad de Cancún; por lo tanto la pérdida de espacios naturales es una tendencia irreversible por el momento; sin embargo en ningún sentido afectaría la dinámica del Sistema Lagunar, ni a la vegetación hidrófila, ya que ésta cuenta con una amplia distribución en la entidad; de tal manera que los cambios a nivel regional y en el sitio con seguridad no afectarán sus poblaciones, y, en consecuencia no se verán amenazadas por la realización del proyecto.”

   Traducción: al cabo que nos sobra el mangle. Y entonces la autoridad ambiental acepta que FONATUR anuncie que removerá decenas de hectáreas de mangle sujetas a protección especial, como el mangle rojo y el botoncillo, “porque no es excepcional”.

   Y acepta también que se diga que no se afectará al Sistema Lagunar Nichupté, que colinda con el predio y es un sitio Ramsar, es decir, forma parte de la Convención de Protección de humedales, ecosistemas protegidos internacionalmente debido a su alta biodiversidad y productividad.

   En el año 2007 la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, CONAP, realizó la ficha informativa para inscribir a la Laguna de Nichupté en esta Convención por dos motivos: por contar con selva baja caducifolia, y por albergar especies de flora y fauna bajo alguna categoría de protección de la entonces NOM-059-ECOL-2001 (ahora SEMARNAT-2010), entre las que destacan, además del mangle, la Palma de Chit, amenazada, la iguana Ctenosaura similis, amenazada, el cocodrilo moreletii y la rana leopardo, sujetos a protección especial y la tortuga blanca, en peligro de extinción.

   Dice la ficha “cada una de estas especies encuentra, en este lugar, un espacio indispensable para su alimentación y reproducción”.

   Nosotros añadimos que estas especies difícilmente se darán cuenta que ese pedacito de su territorio no forma parte del polígono de la zona Ramsar, aunque sí de su área de influencia, y que por lo tanto debieran estar muy limitadas las acciones y modificaciones del entorno.

   Hay dos argumentos que las autoridades locales, como el Gobernador Borge, han esgrimido hasta el momento para defender el proyecto, primero, el desarrollo y la generación de empleos, en segundo lugar, que Fonatur y los desarrolladores tienen los permisos correspondientes.

   Sobre el primer argumento, vale la pena retomar el texto del Dr. Exequiel Ezcurra que mencionamos el martes pasado, incluido en el tomo “El pensamiento ecológico frente a los retos del siglo XXI”, en el que menciona una investigación que encabezó y de la cual se concluyó que “una hectárea de mangle rojo genera pesquerías en mar abierto que producen en las pangas de los pescadores 37mil 500 dólares anuales. Con base en este dato podemos decir que en términos económicos, el valor total de una hectárea de manglar por sus servicios pesqueros solamente, oscila entre 600 mil y un millón de dólares”.

   Las preguntas entonces se acumulan: desarrollo ¿para quién?, ¿de qué tipo?, empleos ¿de qué calidad? La respuesta es que en buena parte de Cancún y la Rivera Maya se han privilegiado las ganancias millonarias para grandes corporativos internacionales a costa de los ecosistemas locales, con empleos de mala calidad para los habitantes de la zona y los migrantes de regiones aún más pobres, y con consecuencias cada vez más graves ante el impacto de huracanes y ciclones, ante los cuales los manglares sirven como barrera y zona de amortiguamiento. 

Editorial del Programa Universitario de Estrategias para la Sustentabilidad en el noticiario Primer Movimiento de Radio UNAM, emisión del martes 19 de enero de 2016.
Mireya Imaz, Marjory González. 2016, PUES-UNAM. México.
(Se autoriza la reproducción citando la fuente).

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