martes, 17 de marzo de 2015

Ciudades, ¿para quién y hacia dónde?

En la madrugada del sábado 7 de marzo, a los vecinos de las colonias Crédito Constructor, Mixcoac y Benito Juárez en la ciudad de México, los despertó un estruendo de máquinas. Los que salieron de sus casas se encontraron con un panorama de pesadilla: el gobierno local mandó talar 800 árboles, de sopetón, en una sola noche, para abrir paso a un deprimido sobre Circuito Interior. Pero, ciertamente, los primeros deprimidos, e indignados, fueron los vecinos.

   Más allá de las explicaciones tropezadas de las autoridades, que incluye la declaración por parte de la Secretaria de Medio Ambiente, en la que sostiene que la mayor parte de los árboles estaban enfermos -¿cuántos estarán sanos en esta contaminada ciudad?-, el caso, nos obliga a la reflexión: para quién se hace ciudad, con qué objetivos y visiones se construyen nuestras ciudades.

   Cada vez, son más comunes los conflictos entre vecinos y autoridades, debido a la manera en que se está transformando el paisaje urbano en buena parte de las ciudades del país, pues el modelo que se está imponiendo privilegia, una y otra vez, lo privado sobre lo público en casi todos los aspectos.

   Así, por ejemplo, de acuerdo con un estudio de 2013 del Instituto de Políticas para el Transporte y el Desarrollo de México, el 25 por ciento de la inversión federal en las ciudades del país se destina a movilidad, pero ¿a qué tipo de movilidad? Pues a aquella que beneficia principalmente a los automovilistas y deja de lado a los peatones, a los ciclistas y a quienes se movilizan en transporte colectivo, a pesar de que estos últimos representan el 80 por ciento de la población.

   Otro ejemplo de cómo se construye el espacio urbano es la forma en que se otorgan permisos para la construcción y expansión de más y más centros comerciales, a los cuales llegarán quienes tengan capacidad adquisitiva y auto, pero se invierte mucho menos en parques o áreas verdes urbanas y espacios públicos. De acuerdo con el portal de la revista Forbes del 14 de marzo, nuestro país es el que más centros comerciales ha construido en toda Latinoamérica.

   Esto ocurre sin importar el que donde se instalen estos centros se colapse la vida barrial, se talen árboles o se destruyan edificios históricos y vestigios arqueológicos, como en los casos de la ampliación de Parque Delta y en la construcción de un nuevo macro-centro comercial en lo que fuera la ex-clínica San Rafael, en Tlalpan, en una zona de vialidades súper saturadas como lo es Av. Insurgentes Sur.

   Otro ejemplo, es la intención de construir una vialidad para conectar la Ciudad de Morelia con un complejo urbano de lujo, en la parte alta, mediante un túnel, en el famoso Libramiento Sur de Camelinas, a pesar de las protestas de los vecinos de la colonia Ocolusen y de que un estudio de la UNAM, desaconseja la obra, debido a que ésta atravesaría una falla geológica.

   Académicos como el geólogo Víctor Hugo Garduño, de la Universidad Michoacana, advierten del riesgo de la obra si ocurriera un sismo, cuyo epicentro tuviera lugar en la falla, pues un evento así podría ocasionar derrumbes en la zona donde desembocará el túnel.

   La obra además representa una amenaza para tres áreas naturales vecinas, pues la presión por urbanizar se incrementará con esta nueva vialidad.

   Esta forma de construir ciudad, privilegiando las ganancias y espacios privados de corto plazo sobre los intereses colectivos y ambientales, obviamente genera conflictos sociales, pero lo que no ven, o no quieren ver, quienes los implusan, es la inviabilidad futura de estos conglomerados, al permitir la expansión sobre los bosques y las áreas agrícolas que suministran alimento, oxígeno, que capturan carbono, infiltran agua y mantienen la estructura de los suelos para evitar inundaciones y azolves.

   Claramente es una forma de hacer ciudad totalmente contrapuesta con lo que se considera una ciudad sustentable, una ciudad que internalice los costos ambientales y sociales del desarrollo, donde se privilegien formas de transporte que disminuyan las emisiones de gases de efecto invernadero, se implementen acciones de mitigación y adaptación al cambio climático, donde se minimice la expansión urbana y se desarrollen comunidades y ciudades compactas cuya movilidad se base en el transporte colectivo o donde los recursos renovables y no renovables se usen sensatamente y se conserven.

   Lo que queda muy claro es que, en todo caso, estas no son formas democráticas de hacer ciudad. Urge generar espacios donde las y los habitantes seamos parte activa en la cosntrucción de la ciudad para todas y todos.

Editorial del Programa Universitario de Medio Ambiente en el noticiero Primer Movimiento de Radio UNAM, emisión del martes 17 de marzo de 2015.
Mireya Imaz, Marjory González. 2015, PUMA-UNAM. México.
(Se autoriza la reproducción citando la fuente).

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