lunes, 26 de enero de 2015

Vida oceánica, ¿al borde de la extinción masiva?

Un equipo internacional de científicos, mediante un innovador análisis, llegó a la conclusión de que el ser humano está a punto de causar un daño sin precedentes a los océanos y la fauna que vive en ellos.

   "Estamos así del precipicio de una gran extinción", dijo Douglas J. McCauley, ecologista de la Universidad de California, Santa Barbara, y coautor de una nueva investigación publicada el jueves en la revista Science.

   La valoración científica de la salud de los océanos está llena de incertidumbres, pues es mucho más difícil para los investigadores juzgar el bienestar de una especie que vive bajo el agua, cruzando miles de kilómetros, que realizar el seguimiento de la salud de una especie en tierra. Además, los cambios observables en ecosistemas oceánicos particulares pueden no reflejar las tendencias de todo el planeta.

   Lo que el Dr. McCauley y sus colegas perseguían era tener una imagen más clara de la salud de los océanos, y para ello reunieron datos de una enorme cantidad y variedad de fuentes, desde registros fósiles hasta las modernas estadísticas extraídas de buques de carga, así como de la pesca y la explotación minera del lecho marino. Si bien muchos de los resultados ya se conocían, nunca habían sido yuxtapuestos de esta manera.

   El estudio muestra señales claras de que los humanos están dañando los océanos en grado sumo, pues es innegable que algunas especies oceánicas son ya sobre-explotadas. Sin embargo, el mayor daño se produce por la pérdida de hábitat a gran escala, que probablemente se acelere conforme los avances tecnológicos incrementen la huella humana, como detallaron los investigadores.

   Los arrecifes de coral, por ejemplo, se han reducido en un 40 por ciento en todo el mundo, en gran medida como resultado de un aumento en la temperatura del mar debido al cambio climático.

   Algunos peces ya migran hacia aguas más frías. La lubina negra, por ejemplo, antes muy común en las costas de Virginia, se ha mudado a Nueva Jersey. Pero no todas las especies pueden ser tan afortunadas de encontrar otras orillas. No mientras las emisiones de carbono sigan alterando la química del mar, volviéndolo cada vez más ácido.

   Por su parte, ecosistemas frágiles como los manglares están siendo sustituidos por granjas de peces, que proporcionarán la mayor parte del pescado que consumiremos de aquí a 20 años. Y los arrastreros de fondo, con sus grandes redes cubriendo el suelo oceánico, han afectado ya 51.8 millones de kilómetros cuadrados de océano, reduciendo extensiones de la plataforma continental a escombros.
Una ballena muerta en Rotterdam, Holanda, en 2011. A medida que los buques portacontenedores se multiplican, más ballenas están siendo perjudicadas, según el estudio de Science.

   El análisis señaló además que, aunque las ballenas ya no sean tan perseguidas por la caza, ahora están muriendo en colisiones con más frecuencia, pues el número de buques portacontenedores se ha elevado.

   Las operaciones mineras también transformarán el océano: los contratos de minería de fondo han incrementado su cobertura, de cero en el 2000, a 460,000 millas cuadradas de lecho oceánico en la actualidad, con el consabido potencial de arrasar con ecosistemas únicos y de contaminar el mar profundo.

   Los océanos son tan vastos que sus ecosistemas parecerían inmutables a los cambios. Pero la Dra. McClenachan -analista independiente del Colby College- advirtió que el registro fósil muestra que los desastres globales han destrozado los mares con anterioridad. "Las especies marinas no son inmunes a la extinción a gran escala", dijo.

   Antes del año 1500, pocas especies de aves marinas habían desaparecido. Desde entonces, los científicos han documentado tan sólo 15 extinciones en el océano, entre ellas la de la foca monje del Caribe y la vaca marina de Steller.

   Si bien estas cifras probablemente son subestimaciones, el Dr. McCauley dijo que la diferencia era, sin embargo, reveladora.

   Muchas especies marinas que se han extinguido o están en peligro de extinción dependen de la tierra -por ejemplo, aves marinas que anidan en acantilados o las tortugas, que desovan en las playas.

   Aún así, el Dr. McCauley cree que los humanos aún tenemos tiempo para detener el daño, esto mediante programas eficaces que limiten la explotación de los océanos. El tigre puede no ser rescatable en tierra, pero el tiburón tigre sí, declaró.

   El Dr. McCauley y sus colegas argumentan que limitar la industrialización de los océanos a algunas regiones podría permitir que las especies amenazadas se recuperen en otros sitios. "Creo fervientemente que nuestro mejor aliado para salvar el océano es el propio océano," dijo Stephen R. Palumbi de la Universidad de Stanford, coautor del estudio.

   Los científicos también afirman que estas reservas tienen que ser diseñadas con el cambio climático en mente, de manera que las especies que escapen a las altas temperaturas o a un pH bajo sean capaces de encontrar refugio.

   "Como una especie de rayuela, arriba y abajo de las costas, para ayudar a estas especies a adaptarse," dijo el Dr. Pinsky, otro de los autores

   En última instancia, el Dr. Palumbi advirtió que la desaceleración de las extinciones en los océanos necesariamente significa mitigación de las emisiones de carbono, no sólo adaptación.

   "Honestamente, si al final del siglo no estamos fuera de la curva del modelo de producción actual, creo que no hay mucha esperanza para los ecosistemas normales en el océano", dijo. "Mientras tanto, tenemos una oportunidad de hacer lo que podamos. Nos queda un par de décadas más de lo que creíamos, así que no hay que desperdiciarlas".

Traducción del PUMA a la nota publicada por The New York Times.

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