viernes, 1 de abril de 2016

Calentamiento global, cambio climático y consenso científico

(El editorial del 30 de junio del año pasado trató acerca de la complejidad del debate científico sobre cambio climático) 

El planeta se está calentando debido a las emisiones de Gases de Efecto Invernadero derivadas de la actividad humana, esto a su vez está conduciendo un gran cambio en el clima planetario y en diversos ciclos biogeoquímicos del Sistema Tierra. Este cambio es inequívoco, está en curso y dentro de la comunidad científica existe consenso al respecto.
Entonces… ¿por qué hay tanto ruido tratando de convencernos que el ‘debate’ continúa? ¿Por qué algunos entusiastas de la teoría de la conspiración aún se entretienen con este tema?
Aunque los medios de comunicación, sobre todo en países desarrollados como Estados Unidos y Gran Bretaña, quieran presentar la ilusión de que está en marcha un amplio debate científico acerca del origen del cambio climático, la realidad es que el 98% de las y los científicos del clima suscriben los principios del calentamiento global de origen antropogénico, esto de acuerdo con un estudio de William R. L. Anderegga y James W. Prall publicado en la revista Actas de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos, el cual consideró las publicaciones y las citas de 1,372 científicos expertos. Por cierto, el estudio se publicó en el 2009.
En otro de los frentes de batalla de esta disputa por la opinión pública, la Doctora Naomi Oreskes, profesora de Historia de la Ciencia y Ciencias de la Tierra en la Universidad de Harvard, dirigió una revisión de las posiciones de diversas asociaciones científicas y el compendio de artículos arbitrados durante una década en torno al cambio climático.
El artículo publicado en 2004 en la revista Science y que Oreskes tituló Más allá de la Torre de Marfil, el Consenso Científico sobre el Cambio Climático, analizó 928 resúmenes, publicados en revistas científicas entre 1993 y 2003 y que figuran en las bases de datos con las palabras clave "cambio climático". Los trabajos fueron divididos en seis categorías: apoyo explícito del consenso, evaluación de los impactos, propuestas de mitigación, métodos, análisis paleoclimáticos, y rechazo de la posición de consenso. De todos los documentos, el 75% cayó en las tres primeras categorías y aceptaba tácita o explícitamente el origen antropogénico, el otro 25% correspondió a tratados acerca de los métodos o el paleoclima, pero sin tomar posición sobre el cambio climático actual. Ninguno de los trabajos arbitrados estuvo en desacuerdo con la postura de consenso.
Y añadimos: en ninguno de los llamados papers se afirmó que los cambios registrados fueran naturales.
El tema no es nada nuevo, ya a finales del siglo diecinueve el Nobel Svante Arrhenius, al darse cuenta de la relación entre las concentraciones de Bióxido de Carbono atmosférico y el incremento de temperatura, se preocupó al pensar que la quema de los combustibles fósiles podía dar lugar o acelerar el calentamiento de la Tierra.
Entonces, ¿por qué tanto brinco estando el suelo tan parejo?
Primero, es cierto que estamos lejos de entender por completo la dinámica de este cambio, de poder predecir con certeza cuánto se calentará el planeta dependiendo de los volúmenes de Gases de Efecto Invernadero que se emitan, o cuáles serán las consecuencias para los diversos ecosistemas y para los pueblos del orbe. Al cabo de unos pocos años ha resultado, por ejemplo, que los primeros escenarios de calentamiento estaban equivocados, pero por exceso de optimismo: las temperaturas se han elevado más de lo predicho.
Estas incertidumbres, que ciertamente forman parte del quehacer científico, han dado pie a que algunos sectores de la sociedad, como gobiernos, cámaras legislativas y políticos en lo individual, sobre todo en el vecino país del Norte, emprendieran una intensa campaña para convencer a la opinión pública que el cambio climático, si es que existe, es natural, que podemos continuar quemando combustibles fósiles alegremente y que todo esto del cambio climático es una patraña de algunos científicos para conseguir recursos y subvenciones de gobiernos y organismos internacionales. En pocas palabras, una conjura de la comunidad científica.
Cada día está más claro que la conjura se encuentra en el lado de los intereses económicos y políticos, en especial los de corporaciones tan poderosas como las petroleras, que se verían afectadas negativamente si tuvieran que internalizar los costos ambientales de sus actividades.
Éstas empresas han sido acusadas reiteradamente de subvencionar una tras otra campaña cuestionando un día los resultados, otro día los métodos del IPCC para armar sus conclusiones, además de boicotear constantemente los acuerdos de las Conferencias de Cambio Climático. Ante el cúmulo de pruebas y estudios, la última táctica ha sido cuestionar el consenso entre científicos, relativizando al máximo los resultados de las investigaciones previas. La campaña tuvo su apogeo durante la administración de un presidente petrolero: George Bush, y ha continuado para ponerle piedras en el camino a Barack Obama en su intención de reducir emisiones.
Así las cosas, cabe recordar a Carl Sagan cuando preguntaba “¿quién habla en nombre de la Tierra?”. Nosotros queremos agregar ¿quién habla en nombre de los muchos que sobreviven en los márgenes y sufrirán –o ya son víctimas- los drásticos cambios que está provocando el consumo desmedido de energía y bienes por los pocos? Si el cambio climático es una amenaza global, actuar frente a él se está volviendo una exigencia ética ineludible.


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