(Este editorial corresponde al programa del 28 de julio sobre la COP21 en París)
A fines de este año se celebrará en Francia
una de las reuniones internacionales más trascendentes para definir el rumbo que
tomarán los gobiernos del mundo frente a la realidad cada vez más apabullante
del Cambio Climático, la ciudad de París se prepara para recibir y presidir la
vigésimo primera Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones
Unidas sobre el Cambio Climático, también llamada Cumbre de París o COP21.
La Convención Marco fue adoptada en 1992 durante
la Cumbre de la Tierra de Río de
Janeiro y a la fecha ha sido ratificada por 196 Estados que constituyen las
“partes interesadas” de la Convención, es decir, los integrantes que participan
en el diseño de acciones y políticas encaminadas a frenar el calentamiento
global, así como en las negociaciones para hacerlas realidad.
De una de estas cumbres emergió el Protocolo
de Kyoto, que estableció metas obligatorias de reducción de
emisiones, en particular para los países industrializados, así como algunos
mecanismos para ayudar al cumplimiento de dichas metas. Estas reuniones representan
hasta este momento la reacción internacional más organizada frente a las
pruebas convincentes, confirmadas una y otra vez por las y los científicos del
Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), de que se está produciendo
un cambio climático a escala planetaria y que su origen fundamental son las
actividades humanas.
En particular la COP21 de París ocurre en un
momento crucial de las negociaciones internacionales sobre cambio climático, pues
es urgente que la reunión desemboque en un nuevo acuerdo internacional sobre el
clima, aplicable a todos los países, que permita frenar el calentamiento global
por debajo de los 2 grados Celsius, cosa que desgraciadamente se ve cada día
más difícil de conseguir pero que es indispensable pues, literalmente, nos va
la vida en ello, al menos la de la civilización tal como la conocemos.
Así, un artículo publicado el 9 de julio
pasado en la revista Atmospheric Chemistry and Physics, escrito por uno de los
más destacados climatólogos, el físico James Hansen y otros 16 reconocidos
autores, se advierte que si la humanidad falla y se rebasa el límite de los 2
grados, se corre un riesgo real de que el incremento de varios metros en el
nivel del mar sea ya inevitable, debido a las dinámicas inerciales del sistema
y a la existencia de procesos que se retroalimentan.
El artículo describe cómo el derretimiento de
la capa de hielo continental del Antártico, debido al incremento de temperatura
de los mares, desencadena un proceso que agrega grandes volúmenes de agua dulce
y fría al mar que, al ser menos densa, flota sobre capas más cálidas y saladas
de agua marina. Las capas frías de agua producen una nueva expansión de hielo
Antártico en la superficie marina, pero las capas cálidas debajo continúan
erosionando el hielo continental de manera acelerada.
A su vez, el enfriamiento de la superficie
del océano en el Atlántico Norte así como el Océano Austral, incrementa la
energía cinética del sistema impulsando tormentas más potentes.
Si el océano sigue acumulando calor y se
incrementa la fusión de las plataformas de hielo marino de la Antártida y
Groenlandia, corremos el riesgo de llegar al punto en el que la desintegración
de la capa de hielo a gran escala sea imposible de frenar, con el consecuente
aumento de varios metros del nivel del mar.
Los autores son enfáticos al señalar que el costo
económico y social de la pérdida de las ciudades costeras es prácticamente
incalculable, por lo que enfocarse en estrategias de adaptación a este
escenario resulta inaceptable para la mayor parte de la humanidad.
El conocimiento en torno al funcionamiento
del clima planetario y la manera en que la humanidad lo está transformando se
acumula junto con las malas noticias, y hoy sabemos que se juega mucho más de lo
que hasta hace relativamente poco tiempo calculaba la comunidad científica que
podía esperarse con una elevación de tan sólo un grado de la temperatura
promedio del planeta.
Por ello, en los próximos meses de la recta
final rumbo a París, queremos abordar con las y los radioescuchas de Primer
Movimiento tanto las noticias alrededor de la reunión, como los hallazgos
científicos que ocurran, pues nos parece indispensable que la sociedad se
informe cada vez mejor sobre el tema, de manera que tengamos la capacidad de
intervenir en lo que está ocurriendo con el clima planetario.
Pero ¿por qué decimos que debemos intervenir? Desgraciadamente,
una COP tras otra han ocurrido sin grandes avances, compromisos, acuerdos
vinculantes y acciones, acciones urgentes, necesarias, concretas.
Como describe la activista Naomi Klein en su
reciente libro This changes everything
–que recomendamos ampliamente-, las cumbres se han vuelto poco más que sesiones
de terapia colectiva para quienes están sufriendo las consecuencias del cambio
climático, por un lado, y de lavado de conciencia para quienes continúan
haciendo negocios a costa del ambiente, por otro.
Y lo que entonces queda claro es que nadie va a venir a salvarnos, mucho
menos el pequeño segmento de la población mundial que concentra las riquezas y
que no se verá afectado por casi nada de lo que ocurra, llámese escasez de alimentos,
sequías, inundaciones, plagas, etcétera, de manera que no queda otra opción que
organizarse para forzar a los gobiernos a tomar las medidas necesarias para
frenar el descarrilamiento.
Como advierte la autora “el caso es que
realmente estamos por nuestra cuenta y cualquier fuente creíble de esperanza en
esta crisis tendrá que venir desde abajo”. Que sea una invitación para todas y
todos a construir esperanza.
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