viernes, 8 de abril de 2016

Cecil el León: la cacería ni es deporte ni es sustentable

(Este editorial es del programa del 4 de agosto de 2015 sobre la caza de animales)

El pasado 13 de julio una noticia comenzó a darle vueltas al mundo entero: un cazador había matado ilegalmente a Cecil, el león más querido de Zimbabue que habitaba en el Parque Nacional Hwange, un área protegida de ese país.
El escándalo obligó al cazador furtivo, el odontólogo estadounidense Walter Palmer, a cerrar su consultorio y buscar un buen abogado para evitar ser extraditado a Zimbabue, y además, y mas importante, ha generado un amplio debate acerca de qué tan pertinentes son hoy en día los programas que permiten la cacería legal a cambio de “recursos para la conservación”.
Para empezar, la manera en que fue ultimado el león Cecil rompió todas las leyes de caza legal en Zimbabue, pues al felino lo sacaron del parque usando carnada y luego lo hirieron con flechas, condenándolo a una agonía que duró dos días, todo lo cual denota una gran crueldad y por supuesto está prohibido. Esto nos habla de la dificultad que existe en los países subdesarrollados para contar con mecanismos confiables de vigilancia de las áreas protegidas. Esto lo sabemos muy bien en México.
Pero además, quiere decir que muy probablemente ya no hay leones en los cotos de caza legal, lo que hace que los operadores de cacería turística organizen cacerías ilegales, como la que acabó con la vida del león Cecil.
Este es un dato que debiera obligar a las autoridades de Zimbabue a revisar el tamaño real de las poblaciones silvestres dentro y fuera de las reservas, pues seguramente se ha cazado más de la cuenta.
La venta de derechos de caza funciona como mecanismo de conservación, o al menos eso se argumenta, si deja ganancias para las comunidades locales y para el estudio y preservación de la vida silvestre. Sin embargo, de acuerdo con Pieter Katz de la ONG Lion Aid en una entrevista del 30 de julio para la BBC, la mayor parte de los recursos que se obtienen se quedan en los operadores de caza, beneficiando muy poco a los gobiernos y casi nada a las comunidades locales, a las que llega entre el 2 y el 5 por ciento de las ganancias, al menos en África.
En la misma entrevista de la BBC, Jeffery Flocken, del Fondo Internacional para el Bienestar Animal (IFAW), afirma que los safaris fotográficos y el ecoturismo representan una mejor apuesta, tanto desde el punto de vista ético como económico, pues obviamente es mucho mas sustentable en el largo plazo que miles de personas que puedan viajar para ver vivo, una y otra vez, a un hermoso animal como Cecil, a que en una jornada unos cuantos cazadores exterminen al ejemplar.
Y es que el argumento más fuerte contra la cacería tiene que ver con la mirada a futuro: los animales adultos que se cazan como trofeo suelen ser los más grandes, fuertes, ágiles, llamativos, etcétera, por ello, al matarlos se priva a las poblaciones de la herencia genética de estos animales. Ciertamente, a este nivel de caza, nadie busca la presa mas “cuchita”.
En el caso que nos ocupa, no sólo se perdió a Cecil, sino que sus 6 cachorros corren el riesgo de morir atacados por otros leones macho ante la falta del padre.
De acuerdo con el biólogo David Macdonald, director de la Unidad de Investigación de Conservación de Vida Silvestre de la Universidad de Oxford, en entrevista para la revista Nature y quien ha estudiado a los leones de Hwange durante los últimos 20 años, la pérdida de un león nunca es sólo eso, pues se debilita la coalición masculina o hermandad de la cual formaba parte, y una coalición más fuerte permite conservar mejor el control del territorio, y al debilitarse esta coalición, se pone en riesgo la vida de los hermanos sobrevivientes y de sus cachorros.
Vale insistir, además, en las múltiples conexiones que existen en la naturaleza que se rompen o deterioran en cuanto falta un eslabón, poniendo en peligro ecosistemas enteros. Un caso bien conocido y paradigmático es el del Parque Yellowstone, en Estados Unidos, donde la pérdida de las poblaciones de lobos debido a la caza de los mismos, ocasionó una debacle en cadena, pues las poblaciones de ciervos, alces y otros herbívoros crecieron sin control ante la falta de predadores, acabando en consecuencia con los pastos nativos y los brotes de árboles y arbustos.
En 1995 se reintegraron lobos al parque restableciéndose la cadena alimenticia y y permitiendo con ello la regeneración de la vegetación de los valles y desembocaduras de ríos, lo cual a su vez permitió el crecimiento de bosques de álamos y sauces y con ellos, el regreso de las aves y sus actividades de polinización y dispersión de semillas. También se incrementó el volumen de agua en el cauce de los ríos y la población de castores, que requieren madera para sus madrigueras, se recuperó. Las represas de los castores, a su vez, son el hábitat de anfibios, peces, reptiles y un largo etcétera.

En el caso de nuestro país, la cacería legal de especies como el borrego cimarrón, quizás el mas emblemático, ha generado recursos para la recuperación de esta especie, sin embargo, cabría preguntarse si los mismos recursos no podrían haber salido de una adecuada política fiscal, que destine lo que realmente se necesita para la conservación del patrimonio natural del país, en lugar promover un "deporte" que se solaza matando.


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