(Este editorial corresponde al programa del 14 de julio de 2015 y habla de cuando la realidad supera a la ficción)
Hoy
les queremos hablar acerca de los efectos que ya tiene el cambio
climático en los océanos y de cómo, en este caso, el arte se
adelantó un poco a la ciencia.
En
1973 una película sacudió nuestra imaginación. “Cuando el
destino nos alcance”, como se tituló en español, o “Soylent
Green” en inglés, protagonizada por Charlton Heston y Edward G.
Robinson, narraba una distopía en la que para el año 2022 la flora
y fauna del planeta prácticamente habrán desaparecido, grandes
masas de población se aglomerarían en las ciudades de manera
precaria; hacinados, sin luz ni agua corriente, mientras una selecta
minoría vivirá aislada en edificios de lujo gozando de todo tipo de
privilegios y comodidades.
La
película retrata la ciudad de Nueva York en plena decadencia,
abatida por una ola de calor asfixiante en la que sobreviven, en las
peores condiciones posibles, 40 millones de personas. Los habitantes
de la mega ciudad se alimentarán únicamente a base de una especie
de galletas de colores, unas amarillas procesadas a partir de soya y
lentejas, así como las verdes o Soylent Green, que le dan nombre a
la película, codiciadas por tener más nutrientes y por
supuestamente contener plancton y algas marinas.
En
la historia, se narran las pesquisas de un detective que al intentar
resolver el asesinato de un magnate, acaba descubriendo un crimen aún
mayor, relacionado con las galletitas pero que no vamos a contar para
no echarle a perder el final a las y los radioescuchas más jóvenes
que tal vez no la han visto.
En
fin, que el citado detective, llamado Frank Thorn, cuenta con la
ayuda de Sol Roth, un anciano sensible y culto que posee una
habilidad prácticamente inexistente en el resto de la población:
Sol sabe leer. En una de las escenas clave de la película, este
personaje descubre un informe oceanográfico en el cual se indica que
los mares del mundo se han secado y el plancton ha desaparecido del
planeta. El libro tiene en la portada una fecha: el año 2015.
Toda
esta historia viene a cuento pues resulta que en cierto sentido, el
destino efectivamente nos alcanzó: el cambio climático ya está
ocasionando modificaciones en los océanos del mundo, como la
elevación del nivel del mar, la acidificación de los océanos, los
cambios en la distribución de las especies de plantas y animales
marinos, además de la modificación de las corrientes marinas, entre
las más importantes.
De
acuerdo con el estudio del 2008 de la FAO titulado ‘Consecuencias
del cambio climático para la pesca y la acuicultura’, a escala
planetaria ya se registra un desplazamiento hacia los polos de las
especies de aguas templadas con los consiguientes cambios en el
tamaño y productividad de sus hábitats.
El
mismo estudio indica que probablemente en un mundo que se está
calentando, la productividad de los ecosistemas se reducirá en la
mayor parte de los océanos tropicales y subtropicales, en los mares
y en los lagos, y se incrementará en las zonas latitudinales altas.
El
cambio climático está alterando la estacionalidad de algunos
procesos biológicos, como la reproducción, anidación y depósito
de huevos, con consecuencias imprevisibles para la producción
pesquera. El riesgo de que aumenten las especies invasoras, o que se
difundan enfermedades transmitidas por vectores que antes estaban
confinados en los trópicos, también son motivos adicionales de
preocupación.
Por
otra parte, el incremento en las concentraciones de bióxido de
carbono en la atmósfera provoca fenómeno denominado acidificación
de los océanos. Al precipitarse el dióxido de carbono hacia el mar,
este reacciona con las aguas marinas y forma ácido carbónico.
Desde
el inicio de la revolución industrial, hace 150 años, el océano ha
absorbido aproximadamente una cuarta parte del bióxido de carbono
emitido durante la quema de combustibles fósiles, unas 500 mil
millones de toneladas de CO2,
lo que ha incrementado el promedio de acidez en 30 por ciento, de
acuerdo con la página del Consejo para la Defensa de Recursos
Naturales.
Algunos
modelos indican que el promedio de la acidez de los océanos se
duplicará hacia fines del siglo si no disminuimos la velocidad a la
que consumimos combustibles fósiles, por otra parte, un estudio
publicado en el 2005 por los doctores Ken Caldeira y Michael Wickett
del Carnegie
Institution of Science
en el Journal of geophysical Research, predice que el Ártico se
volverá corrosivo para algunos organismos con caparazón o concha
dentro de unas décadas y la Antártida a mediados de siglo. Los
arrecifes de coral son especialmente sensibles tanto a los cambios de
temperatura como de pH del océano.
Otro
dato es que el incremento de la temperatura de los océanos provocará
una disminución de la biomasa de fitoplancton y zooplancton de entre
un 6 y un 11 por ciento, respectivamente, hacia finales del siglo, de
acuerdo con un estudio del Centro Tecnológico Azti publicado en 2005
en la revista Global
Change Biology.
Estos organismos son la base de la cadena trófica en los mares y su
disminución afectará, obligadamente, toda la vida marina.
Finalmente,
están los casos de zonas muertas en los mares debido al proceso de
eutroficación, es decir, una producción excesiva de algas
alimentadas por los fertilizantes que se lavan dese tierras altas
hacia el océano, y que ocasiona la pérdida de oxígeno en áreas
profundas, matando diversas especies de animales y plantas debajo de
la capa verdosa.
Así
las cosas, parece que Cuando el destino nos alcance resultó muy
atinada en algunos aspectos. Ojalá que podamos cambiar el rumbo de
los acontecimientos y le demos a nuestra historia planetaria un final
más feliz que el previsto por Hollywood.
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