lunes, 4 de abril de 2016

Cuando el destino nos alcance: el arte se adelanta a la ciencia

(Este editorial corresponde al programa del 14 de julio de 2015 y habla de cuando la realidad supera a la ficción)

Hoy les queremos hablar acerca de los efectos que ya tiene el cambio climático en los océanos y de cómo, en este caso, el arte se adelantó un poco a la ciencia.
En 1973 una película sacudió nuestra imaginación. “Cuando el destino nos alcance”, como se tituló en español, o “Soylent Green” en inglés, protagonizada por Charlton Heston y Edward G. Robinson, narraba una distopía en la que para el año 2022 la flora y fauna del planeta prácticamente habrán desaparecido, grandes masas de población se aglomerarían en las ciudades de manera precaria; hacinados, sin luz ni agua corriente, mientras una selecta minoría vivirá aislada en edificios de lujo gozando de todo tipo de privilegios y comodidades.
La película retrata la ciudad de Nueva York en plena decadencia, abatida por una ola de calor asfixiante en la que sobreviven, en las peores condiciones posibles, 40 millones de personas. Los habitantes de la mega ciudad se alimentarán únicamente a base de una especie de galletas de colores, unas amarillas procesadas a partir de soya y lentejas, así como las verdes o Soylent Green, que le dan nombre a la película, codiciadas por tener más nutrientes y por supuestamente contener plancton y algas marinas.
En la historia, se narran las pesquisas de un detective que al intentar resolver el asesinato de un magnate, acaba descubriendo un crimen aún mayor, relacionado con las galletitas pero que no vamos a contar para no echarle a perder el final a las y los radioescuchas más jóvenes que tal vez no la han visto.
En fin, que el citado detective, llamado Frank Thorn, cuenta con la ayuda de Sol Roth, un anciano sensible y culto que posee una habilidad prácticamente inexistente en el resto de la población: Sol sabe leer. En una de las escenas clave de la película, este personaje descubre un informe oceanográfico en el cual se indica que los mares del mundo se han secado y el plancton ha desaparecido del planeta. El libro tiene en la portada una fecha: el año 2015.
Toda esta historia viene a cuento pues resulta que en cierto sentido, el destino efectivamente nos alcanzó: el cambio climático ya está ocasionando modificaciones en los océanos del mundo, como la elevación del nivel del mar, la acidificación de los océanos, los cambios en la distribución de las especies de plantas y animales marinos, además de la modificación de las corrientes marinas, entre las más importantes.
De acuerdo con el estudio del 2008 de la FAO titulado ‘Consecuencias del cambio climático para la pesca y la acuicultura’, a escala planetaria ya se registra un desplazamiento hacia los polos de las especies de aguas templadas con los consiguientes cambios en el tamaño y productividad de sus hábitats.
El mismo estudio indica que probablemente en un mundo que se está calentando, la productividad de los ecosistemas se reducirá en la mayor parte de los océanos tropicales y subtropicales, en los mares y en los lagos, y se incrementará en las zonas latitudinales altas.
El cambio climático está alterando la estacionalidad de algunos procesos biológicos, como la reproducción, anidación y depósito de huevos, con consecuencias imprevisibles para la producción pesquera. El riesgo de que aumenten las especies invasoras, o que se difundan enfermedades transmitidas por vectores que antes estaban confinados en los trópicos, también son motivos adicionales de preocupación.
Por otra parte, el incremento en las concentraciones de bióxido de carbono en la atmósfera provoca fenómeno denominado acidificación de los océanos. Al precipitarse el dióxido de carbono hacia el mar, este reacciona con las aguas marinas y forma ácido carbónico.
Desde el inicio de la revolución industrial, hace 150 años, el océano ha absorbido aproximadamente una cuarta parte del bióxido de carbono emitido durante la quema de combustibles fósiles, unas 500 mil millones de toneladas de CO2, lo que ha incrementado el promedio de acidez en 30 por ciento, de acuerdo con la página del Consejo para la Defensa de Recursos Naturales.
Algunos modelos indican que el promedio de la acidez de los océanos se duplicará hacia fines del siglo si no disminuimos la velocidad a la que consumimos combustibles fósiles, por otra parte, un estudio publicado en el 2005 por los doctores Ken Caldeira y Michael Wickett del Carnegie Institution of Science en el Journal of geophysical Research, predice que el Ártico se volverá corrosivo para algunos organismos con caparazón o concha dentro de unas décadas y la Antártida a mediados de siglo. Los arrecifes de coral son especialmente sensibles tanto a los cambios de temperatura como de pH del océano.
Otro dato es que el incremento de la temperatura de los océanos provocará una disminución de la biomasa de fitoplancton y zooplancton de entre un 6 y un 11 por ciento, respectivamente, hacia finales del siglo, de acuerdo con un estudio del Centro Tecnológico Azti publicado en 2005 en la revista Global Change Biology. Estos organismos son la base de la cadena trófica en los mares y su disminución afectará, obligadamente, toda la vida marina.
Finalmente, están los casos de zonas muertas en los mares debido al proceso de eutroficación, es decir, una producción excesiva de algas alimentadas por los fertilizantes que se lavan dese tierras altas hacia el océano, y que ocasiona la pérdida de oxígeno en áreas profundas, matando diversas especies de animales y plantas debajo de la capa verdosa.
Así las cosas, parece que Cuando el destino nos alcance resultó muy atinada en algunos aspectos. Ojalá que podamos cambiar el rumbo de los acontecimientos y le demos a nuestra historia planetaria un final más feliz que el previsto por Hollywood.


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