(Editorial del 9 de junio de 2015 sobre especies invasoras)
Una
de las mayores amenazas que enfrenta la biodiversidad en todo el
planeta es la introducción de especies exóticas que se vuelven
invasoras, hoy vamos a comentar un poco acerca de este fenómeno y
algunos de los problemas que ocasiona en otras latitudes y en nuestro
país.
Ya
sea que se les introduzca a propósito o por accidente, ciertos
organismos se convierten en invasores al integrarse ecosistemas
distintos a aquel en el cual evolucionaron, por diversas razones:
puede ser que en su nuevo hábitat no estén presentes los
depredadores que controlaban el crecimiento de sus poblaciones en su
lugar de origen, o bien se presentan condiciones ambientales, mayor
cantidad de alimento, etc que les favorecen.
El
tema es que algunos animales, plantas u otros organismos aparecen en
un nuevo sitio y desplazan a la fauna o flora local, lo que a veces
puede ocasionar una reacción en cadena en todo el ecosistema.
De
acuerdo con la Comisión Nacional para el Uso de la Biodiversidad,
las especies invasoras pueden provocar desequilibrios ecológicos
entre las poblaciones silvestres, cambios en la estructura,
composición y funcionamiento de las comunidades, pérdida de
poblaciones silvestres, degradación de la integridad ecológica,
reducción de la diversidad genética y además pueden ser
transmisoras de enfermedades.
Aunque
la llegada de especies a nuevos lugares es un fenómeno natural, que
ocurre debido a migraciones, huracanes, corrientes marinas, o bien al
desaparecer una barrera física, actualmente el problema es que los
humanos hemos incrementado nuestras actividades comerciales, de
turismo y de transporte por todo el mundo, y nos ha resultado fácil
llevar nuevas especies de un sitio a otro, ya sea para cultivo,
ganadería, o simplemente porque a algunos les gusta viajar con sus
mascotas.
Como
señalan Aguirre y otros colaboradores en la colección Capital
Natural de México, entre las amenazas a la biodiversidad y a la
conservación de los ecosistemas y sus servicios ambientales, las
invasiones biológicas, junto con la destrucción del hábitat,
representan los factores de riesgo más significativos, más
extendidos y de mayor impacto
Veamos
3 ejemplos: actualmente existe una seria preocupación entre los
conservacionistas por la invasión en el Caribe y el Golfo de México
del llamado Pez León, cuyo nombre científico es Pterois
antennata.
Su
hábitat natural es el Océano Índico y el Pacífico Occidental, se
trata de un animal llamativo por los colores listados de sus largas
aletas como abanicos, las cuales lo han vuelto muy apreciado en los
acuarios de todo el mundo. El problema con este pececito es que es
muy venenoso, por lo que carece de depredadores naturales en las
aguas del Caribe y además, es muy tragón, de manera que arrasa con
cangrejos, camarones y muchas otras especies marinas, diezmando los
arrecifes de coral.
De
acuerdo con un artículo aparecido este año en la revista Plos One,
firmado por Carlos Ferreira y Osmar Luiz, en menos de 30 años las
poblaciones de pez león se han expandido dramáticamente en un área
que abarca la costa este de los Estados Unidos, Bermudas, toda la
región del Caribe y el Golfo de México y, desafortunadamente,
acaban de llegar a las costas de Brasil.
Pero
¿cómo arribó este invasor a nuestras costas? Muy posiblemente, por
culpa de los humanos que lo usamos como mascota. Un estudio del 2011
de Ricardo Betancur y Andrew Hines, publicado en el Journal
of Biogeography, apunta a un evento único de dispersión de esta
especie desde Florida, a partir de 6 u 8 hembras. Eso fue todo lo que
requirió el Pez León para iniciar su invasión, podemos decir que
sería la envidia de los piratas del Caribe.
También
tenemos el caso del pez diablo que se ha establecido en ríos y lagos
de México a raíz de que algunos especímenes fueron introducidos
por aficionados a los acuarios para limpiar peceras. Debido a que la
mayor parte de la plaga se encuentra en la Presa
Infiernillo se le ha denominado "pez diablo" por
los habitantes del lugar. Este pez se alimenta de los huevos y crías
de otros peces.
Otro
caso es el de los gatos: un estudio del 2010 del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas de España, reportaba que los gatos
asilvestrados son “una de las especies invasoras más perniciosas
para las comunidades de vertebrados en islas”.
Se
calcula que a partir de su domesticación hace unos 10,000 años, los
gatos han sido responsables del 14 por ciento de las extinciones de
vertebrados en todo el mundo.
En
México, el Felis
catus
ha sido responsable de la extinción en vida silvestre de la tórtola
de la Isla Socorro y de algunas subespecies del ratón endémico de
Baja California.
Y
para cerrar, queremos llamar la atención de nuestros estimados radio
escuchas: la UNAM estableció en 1983 la Reserva del Pedregal de San
Ángel que ocupa un tercio de la Ciudad Universitaria, con el fin de
proteger los remanentes de un ecosistema único, el matorral xerófilo
de palo loco, en el cual habitan unas 1500 especies de flora y fauna,
algunas endémicas y que se encuentran en peligro de extinción como
la Mammillaria
san-angelensis
(un cacto) y la orquídea Bletia
urbana.
Otros organismos presentes son colibríes, pájaros carpinteros,
murciélagos y los más carismáticos: el Tlacuache y el Cacomixtle.
La
fauna que habita la Reserva se enfrenta con el peligro constante que
significan los gatos y perros ferales, muchos de los cuales eran
animales domésticos cuyos dueños decidieron deshacerse de su
mascota y venir a dejarla a la UNAM.
Los
animales abandonados, si sobreviven, se reproducen sin control y
atacan a los habitantes del Pedregal, en especial a las aves, los
mamíferos y reptiles pequeños, y son uno de los principales
problemas en la Reserva.
Los
invitamos a que no abandonen a sus mascotas, a que no las liberen en
espacios naturales, de preferencia las esterilicen y se hagan cargo
de la cuna a la tumba de sus animales.
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