(Editorial del 19 de mayo del año pasado sobre los altos niveles de CO2 en la atmósfera)
Las
alarmas están prendidas entre los científicos del clima y no parece
que se vayan a apagar:
por
primera vez desde que comenzaron los registros continuos de los
niveles de dióxido de carbono en la atmosfera, éstos superaron las
400 partes por millón a nivel
mundial,
según los datos de marzo publicados por la NOAA.
Las
emisiones de CO2
son el principal motor del cambio climático y han aumentado más de
120 partes por millón desde los tiempos pre-industriales. En ese
intervalo de tiempo el planeta se ha calentado 16.88 grados Celsius.
Esta
no es la primera vez que el límite de las 400 ppm es noticia. En
mayo de 2013, las mediciones de CO2
tomadas en el observatorio de Mauna Loa superaron esta frontera por
primera vez, y el año pasado volvió a ocurrir entre los meses de
marzo y mayo.
Lo
que hace que este registro rompa un nuevo récord es que esta vez la
medición se extiende más allá de Mauna Loa en Hawai, pues incluyó
las lecturas de otros 39 sitios en todo el mundo, pintando un cuadro
preocupante de incremento de los gases de efecto invernadero, sin que
existan signos de desaceleración.
Estas
concentraciones probablemente se mantendrán por encima de la marca
de las 400ppm hasta mayo, cuando la floración de las plantas en el
hemisferio ayuda a absorber parte de las emisiones.
Ahora
bien, la pregunta es ¿cómo esperamos tener un escenario diferente,
si los políticos mantienen el business
as usual,
es decir, las políticas energéticas que nos han conducido a este
punto?
Por
ejemplo, apenas en enero de este año el Senado de Estados Unidos
discutió la necesidad de adoptar políticas para disminuir las
emisiones de la potencia mundial, y por primera vez los senadores
reconocieron que el cambio climático no es un mito –bueno, casi
todos, el senador de Missisipi se mantuvo en el medioevo votando en
contra-.
Pero
los señores senadores no pudieron dar el siguiente paso, pues en
otra votación se resistieron a reconocer que el cambio climático es
ocasionado por las emisiones producto de la actividad humana.
De
acuerdo con un artículo de The
Guardian,
hace 27 años el Dr. James E. Hansen, un científico de la NASA,
acudió ante este cuerpo legislativo para testificar, bajo palabra,
que la agencia tenía un 99% de certeza respecto a la relación en el
aumento de las temperaturas globales con el incremento en la quema de
combustibles fósiles. Y por lo visto, le faltó un micrófono más
potente porque no parece que lo hayan escuchado.
En
México no cantamos mal las rancheras, valga la expresión. Aunque el
país suscribe cuanto acuerdo de reducción de emisiones se le pide,
envía puntualmente las comunicaciones respectivas y hasta ha
albergado alguna de las Conferencias de las Partes de la Convención
Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, al revisar las
políticas energéticas resulta que no hay tanta diferencia entre los
dichos de los senadores norteamericanos y los hechos concretos en
nuestro país, pues se sigue postergando el necesario tránsito del
país hacia las energías renovables y nuestro Producto Interno Bruto
continúa acoplado al petróleo.
Un
informe del 2013 de la Secretaría de Energía calculaba llegar
–apenas- al 35% de producción de energía eléctrica con
‘tecnologías limpias’ en el 2024, mientras que Finlandia llegará
a una cifra un poco mayor dentro de 5 años y Austria rebasó el 32%
en el 2012, de acuerdo con un reporte de la Agencia Ambiental
Europea.
Así
las cosas, parece que no está de más pedir que se pase del discurso
a la acción en este tema y dejemos la lógica del desarrollo basado
en hidrocarburos, que además se están convirtiendo en bienes
escasos. Eso, para prevenir que, como nos ha ocurrido tantas veces en
nuestra historia reciente, terminemos importando tecnologías,
generalmente las que ya van de salida, porque son las más baratas, y
tratando de competir con quienes nos llevan décadas en la innovación
y la reconversión de sus modelos de desarrollo.
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