martes, 29 de marzo de 2016

Basura electrónica, un nuevo tipo de contaminante


(Editorial del día 21 de octubre del 2014. En él se trató el tema de la basura electrónica).

El lastre detrás de la innovación
Hoy vamos a platicar acerca de un nuevo tipo de basura que parece invadirnos: los residuos electrónicos, qué son, qué podemos hacer con ellos y cómo generar menos.

   Sin lugar a dudas, la tecnología ha mejorado muchos aspectos de nuestra vida, en buena medida gracias al uso de aparatos eléctricos y electrónicos. Ahora nos parece casi imposible vivir sin refrigeradores, radios, televisores, computadoras, pilas ó celulares. Y si bien es cierto que todos estos objetos nos traen beneficios, también lo es que su consumo y sobre todo, su constante reemplazo, tiene consecuencias en el ambiente y en nuestra salud.

   Debido al uso de múltiples sustancias y materiales tóxicos y no biodegradables en diversos componentes de estos aparatos, la generación y disposición de los residuos electrónicos se ha vuelto una preocupación que se añade a la larga lista de problemas ambientales de las sociedades modernas.

   Los residuos electrónicos contienen metales pesados como plomo en soldaduras, mercurio en lámparas ahorradoras e interruptores, selenio y cadmio en tableros de circuitos o el cromo que sirve como anticorrosivo

   Si los equipos se trasladan, manejan ó desechan sin cumplir las normas ambientales, estos materiales pueden contaminar suelos y acuíferos, y eventualmente afectar la salud de los ecosistemas y de las personas.

   El contacto prolongado con estas substancias provoca alteraciones en los sistemas nervioso, endocrino, respiratorio y en diversos órganos y funciones del cuerpo humano, de acuerdo con un reporte del 2013 de la agencia para las sustancias tóxicas y registro de enfermedades (Agency for Toxic Substances and Disease Registry) de los Estados Unidos. En el mismo sentido, estas substancias también representan un riesgo para la salud de los ecosistemas.

   En la fabricación de equipos eléctricos y electrónicos, al menos hasta los años ochenta, fue común emplear substancias como Bifenilos Policlorados (PCB’s) y polibromados, que sirven como retardantes de flama en el chasis de pantallas y monitores, así como en empaques y cubiertas plásticas de cables y otros componentes. Estos químicos se absorben por diversas vías, se acumulan en los tejidos animales, a lo largo de la cadena alimentaria y en la leche materna y son altamente tóxicos.

   De acuerdo con el Programa Internacional de Seguridad Química de la Organización Mundial de la Salud, diversos estudios apuntan a una relación entre la exposición a los PCB’s y un aumento en el riesgo de padecer cánceres del aparato digestivo, de hígado y de piel. Además al incinerarse en condiciones inadecuadas originan dioxinas y furanos, sustancias altamente reactivas y que también producen cáncer.

   El problema, además, no sólo es el tipo de substancias que contienen los residuos denominados electrónicos, sino en los volúmenes crecientes con que los producimos. En el caso de México, nuestro país ya es el principal generador per capita de estos desechos en América Latina, con un promedio de nueve kilos anuales por persona, incluso por encima de países como Brasil, que se ubicó en siete kilos por habitante, de acuerdo con un estudio del 2013 de la Universidad de las Naciones Unidas (UNU).

   Estos volúmenes crecientes están directamente relacionados con una estrategia de la industria denominada “obsolescencia programada”, que significa volver inútiles en lapsos de tiempo cada vez mas cortos los aparatos que compramos, cambiando detalles como la entrada de los cables, de los cargadores, impidiendo que nuevos programas y aplicaciones funcionen en computadoras y teléfonos de versiones anteriores, o fabricando los aparatos de manera que es imposible o muy caro repararlos y al consumidor le resulta más sencillo comprarlos nuevos.

   El problema ya es de tal magnitud que hace unos días el Gobierno de Francia anunció que perseguirá con cárcel y multas de hasta 300,000 Euros a las compañías y empresarios que practiquen la obsolescencia programada de los productos electrónicos, y es probable que en poco tiempo otros países de la Unión Europea se incorporen a estas medidas.

   Así las cosas, los consumidores podemos aportar nuestro granito de arena de varias formas: lo primero es no almacenar los residuos electrónicos en nuestros hogares y oficinas, sino aprovechar los centros y actividades de acopio para reciclaje que se organicen en nuestras localidades.

   Además, hay que reflexionar mejor nuestras compras de éste tipo de aparatos, porque, aunque resultan muy tentadoras las promociones y ofertas que nos empujan, por ejemplo, a cambiar cada año nuestro celular, o a comprar la pantalla más grande y más nueva de televisión, la verdad es que muchas veces el cambio es completamente innecesario.

   Además, vale la pena unir nuestras voces como consumidores para exigir a los fabricantes que dejen la práctica tan nociva de la obsolescencia programada y empujar para que nuestro país se sume al ejemplo de Francia.

Editorial del Programa Universitario de Estrategias para la Sustentabilidad de la UNAM (antes PUMA) en el noticiario Primer Movimiento de Radio UNAM, emisión del martes 21 de octubre de 2014.
Mireya Imaz, Marjory González. 2014, PUMA-UNAM. México. 
(Se autoriza la reproducción citando la fuente).

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